La voz que falta: la del votante
Cineastas, músicos y exministros firman un manifiesto de apoyo al Ejecutivo nacional, atacando a jueces y medios de comunicación. Esta noticia vuelve a poner sobre la mesa algo esencial: en democracia, cada cual puede tener su opinión, pero son los votantes quienes, con su decisión en las urnas, determinan el rumbo político del país. En una sociedad saturada de declaraciones, manifiestos y figuras mediáticas que marcan la agenda, los ciudadanos de a pie parecemos quedar al margen de los grandes acontecimientos que configuran la vida pública.
Sólo podemos votar cuando el presidente del Gobierno decide convocar elecciones. Mientras tanto, las manifestaciones —a favor y en contra— se suceden sin que los votantes tengamos más herramienta que la observación pasiva. En una democracia moderna, con medios digitales plenamente integrados, el protagonismo ciudadano podría ser más directo y constante.
En ese contexto, titulares como el actual no tendrían el mismo peso, porque sería la ciudadanía —y no los apoyos mediáticos— quien validara o rechazara la continuidad de un Ejecutivo en dificultades. Pero quizá sea pedir peras al olmo en un sistema que parece girar eternamente en torno a declaraciones, consignas y guerras de relato. ¿Es una democracia real aquella en la que la opinión de los influenciadores pesa más que la de los ciudadanos?
PEDRO MARÍN USÓN
La mirada que nos conecta
A principios de abril, los campos que rodean la escuela están mojados; todavía no han sido arados ni sembrados. El cielo es de un gris oscuro, como si la naturaleza también estuviera esperando algo nuevo.
En el aula de octavo de básica, situada en el ala derecha de la planta superior, los veinticinco alumnos informan a la profesora de Literatura que la palabra “catequista” era el ejercicio de ortografía que tenían como tarea. La profesora les explica que ella es latina. Todos se sorprenden: ninguno de ellos ha visto a un latino antes. Muchos son de origen alemán. Son chicos muy abiertos y con una profunda vulnerabilidad. Saben de qué pozo procede el agua que beben; saben que el pato que se escapó hace dos años no volverá. Conocen la sensación que produce el aire en sus cabellos cuando corren. Están cerca de las cosas. María, la profesora, les pregunta:
—¿De dónde venís? ¿Quiénes sois? ¿Qué es lo que os hace ser como sois?
Los estudiantes se miran unos a otros, reflexionando sobre las preguntas de María. En ese momento se crea un silencio lleno de expectación. Uno de ellos, Pedro, levanta la mano y, con voz temblorosa, responde:
—Venimos de diferentes lugares, María. Somos un mosaico de culturas, experiencias y sueños. Lo que nos hace ser como somos es nuestra diversidad y nuestra capacidad de aprender unos de otros. Aunque no hayamos visto a un judío antes, ahora tenemos la oportunidad de conocer a alguien que nos enseñará más sobre su cultura y su historia. Lo que nos hace únicos y nos une es el deseo de comprender y respetar nuestras diferencias. María sonríe, emocionada por la respuesta de Pedro. Se acerca a la pizarra y escribe una última pregunta:
—¿Y ahora, qué podemos aprender juntos?
El aula se llena de murmullos y risas mientras los alumnos comienzan a compartir ideas y perspectivas.
ANA CACHINERO / Jaén
Milagro de la Seguridad Social a un nonagenario
Milagro de la Seguridad Social. Milagro de un médico de cabecera que supo ver en mi a un enfermo terminal y no se rindió; de inmediato llamó a una ambulancia para trasladarme a Urgencias. El médico: Don Manuel Gutiérrez Castellano. Y una vez en el Hospital, así sigue ... Milagro a los que con un susurro depositan en los oídos de un viejo enfermo frases como lo que sigue: “Hijo, —dicho por casi un adolescente—, te queremos, te necesitamos, ayúdanos para que podamos ayudarte”. Y seguidamente, te bañan con colonias refrescantes y desnudo te secan y refriegan con límpidas toallas. Y por parte de todo un equipo, se diría: “Yo quito la caca, pero no quito boñigas de sátrapas ni de traidores. Milagro de la Seguridad Social. Milagro y siempre milagro”.
Milagro de la Seguridad Social y siempre diré que fue un milagro, porque de otra causa no se trata. Y aquí viene, lo versallesco, lo estudiado, lo trabajado sin parsimonia, la grajea, la píldora, lo meticulosamente almacenado en un cerebro privilegiado que sólo pretende curar a todo aquel que lo necesita y a ello se dedica en vida. Y sí, milagro de la Seguridad Social. Milagro, en letras mayúsculas, de la doctora María Dolores Romero Cerveira. Y ese era mi objetivo, felicitar a la doctora que le ha salvado la vida a este nonagenario. Y no solo eso, me ha dejado ángeles de la guarda que siguen cuidándome hasta las últimas consecuencias.
Milagro de la Seguridad Social y siempre será milagro. Y ese ángel de la guarda que ha quedado para vigilar mi rehabilitación, tiene también un nombre y apellidos. Se llama así: don José Enrique Solas Hernández. Él será el encargado de vigilar para que no me desvíe en ningún momento del tratamiento dictado por la insigne doctora. Milagro de la Seguridad Social, de este gran país, llamado España.
BERNARDO RUIZ LÓPEZ / Jaén