La tuna

    22 dic 2015 / 21:11 H.

    Cuando a principios de los años 90 la ciudad de Jaén se expandía por Las Lagunillas, me compré un piso con la idea de que mis hijos estuvieran cerca de la Universidad que los formaría para afrontar su futuro en las mejores condiciones. En aquella época había noches en las que despertábamos con la música de guitarras, bandurrias y panderetas de la Tuna estudiantil cantando a la amada compañera “Asómate, asómate al balcón, carita de azucena, y así verás que pongo en mi canción suspiros de verbena” y al balcón nos asomábamos todos para alegrarnos con ellos.

    Aquellos tiempos quedaron en el olvido y ya no se oye la Tuna, aunque los estudiantes nos siguen despertando, o mejor dicho, sobresaltando en las madrugadas de los martes y jueves de cada semana. De aquella alegre música y melodiosas canciones de los tunos de antaño, los tunantes de ahora rebuznan como animales rabiosos. Sus labios ya no evocan canciones de amor. Ahora gritan palabras soeces, mientras sus ebrias compañeras difícilmente consiguen mantenerse en pie, zapatos en mano y medio desnudas. De los requiebros y saltos de los tunos de pandereta, los estudiantes de ahora se entretienen quemando contenedores de basura, llamando al timbre de los porteros y haciendo el mayor ruido posible, sin tener en cuenta que sus gamberradas, además de los daños materiales que ocasionan a la ciudad, también impiden el sueño que necesitan las personas que al día siguiente han de madrugar para ganarse el pan. Ni que decir cuando hacen botellón en el piso de alquiler, al que acuden como moscas, cada uno con su bolsa llena de bebidas alcohólicas.

    Los tunantes ahora no saben apreciar que pueden estudiar en la Universidad sin necesidad de trabajar para costearse los gastos. No caen en la cuenta del sacrificio que hacen sus padres para facilitarles el futuro que ellos no pudieron elegir, mientras pierden el tiempo entre borracheras y gamberradas. ¡Lamentable la falta de valores! ¡Indignante, que en las madrugadas de los martes y jueves nuestras calles de rebosen de zombis que secuestan nuestra paz, sin que la Administración compentente haga nada para preservar el derecho de sus ciudadanos! ¡Bochornosa, la inexistencia de oferta cultural y de ocio para nuestros jóvenes, como no sea la embriaguez alcohólica tabernera, del guateque casero o, para los pudientes, de la karma discoteca.