Derechos en el papel, retos en la calle
Mañana se cumplen 47 años de la aprobación de la Constitución de 1978. Casi medio siglo en el que nuestro país ha vivido bajo una Carta Magna que, con sus luces y sus sombras, ha garantizado el periodo de libertad, estabilidad institucional y reconocimiento de derechos más prolongado de nuestra historia.
Si observamos la demografía española, hoy casi la mitad de la población ha nacido ya bajo el amparo de esta Constitución. La otra mitad nació antes de 1978, sin las garantías y libertades que hoy consideramos normales. Este contraste generacional debería invitarnos a reflexionar: la democracia que disfrutamos es una construcción reciente, valiosa y nunca definitiva. También la educación merece una mirada crítica. Aunque la Constitución reconoce el derecho a la enseñanza y la libertad educativa, no menciona la “calidad”, un concepto esencial en los tiempos actuales. En una sociedad marcada por cambios tecnológicos y desigualdades crecientes, asegurar una educación pública de calidad es imprescindible para garantizar oportunidades reales y reducir brechas sociales. Existen además derechos, como el acceso a una vivienda digna, que hoy parecen una utopía. La distancia entre el texto constitucional y la realidad exige reformas valientes que hagan efectivos esos derechos.
De las siete Constituciones que España ha tenido, la actual es la más longeva. Por eso debemos valorar lo alcanzado y exigir que nuestros derechos no se queden en el papel. La democracia no solo se celebra: se cuida, se actualiza y se defiende.
PEDRO MARÍN USÓN / ZARAGOZA
Esperpento español
Quienes se manifiestan proclamando que España es una dictadura y que su Gobierno es ilegitimo, la que pregona que la inexistente “ETA trama un asalto al País Vasco y Navarra”, o quien sostiene que el Estado es un pozo irrecuperable de corrupción, solo exhiben ignorancia y mala fe. PP y Vox se han instalado en una estrategia de exageración permanente que degrada y envilece el debate público.
La escena raya entre la patética ridiculez y el sonrojo ajeno, porque los organismos internacionales de prestigio sitúan a España entre las democracias plenas, con sólidas garantías institucionales y con una economía pujante, pero estas formaciones se dedican a alarmar y a deformar cualquier dato para alimentar un clima ficticio de colapso. Vox vomita consignas apocalípticas sin el menor sustento, y el PP, lejos de ser un partido de Estado, se las come para amplificar ese ruido calculando que el caos le puede resultar rentable.
A estos patriotas, no les interesa la verdad ni el prestigio del país, sino agitar para arrastrar a una parte de la ciudadanía a un peligroso relato de agravio constante. Obsesionados patológicamente con recuperar el poder, reducen la política a un teatro de hiperventilación, incluso cuando fuera de nuestras fronteras España es signo de respeto y estabilidad. Su conducta no es solo irresponsable, es profundamente corrosiva para la convivencia democrática.
MIGUEL FERNÁNDEZ-PALACIOS GORDON / MADRID
Aclaración
Días pasados el señor Miguel Fernández-Palacios Gordon afeaba al PP que no asistiera a un acto, en el Congreso en memoria de fusilados de la guerra civil que presuntamente no habían tenido un juicio justo. No conforme con ello daba a entender que el PP se hallaba fuera del sistema democrático porque siempre bajo su opinión, estaba fundado por ministros de Franco. El señor Fernández-Palacios deja al descubierto su clara y rotunda ignorancia. Dice conocer la historia corta del PP y denota su total ignorancia sobre la izquierda, con el PSOE a la cabeza.
Afirma que el PP niega la memoria y desprecia a las víctimas. El PP ni niega la memoria ni desprecia a las víctimas. Pero vayamos a los hechos. En primer lugar, lamento que personas como usted se pronuncien tan a la ligera como lo hace del PP. El PP respeta a todas las víctimas de la guerra, también a las que se encuentran en Paracuellos del Jarama. Un lugar donde se fusiló a mujeres ancianos y niños por parte de la izquierda y hasta la fecha el Congreso no ha homenajeado a esas víctimas. También el PP respeta a las víctimas que la banda ETA asesinó. Y ese respeto lleva incorporado el no pactar con los herederos de ETA que es EH Bildu. Al contrario, de lo que está haciendo la izquierda a pesar de que Sánchez dijo que no pactaría con esa despreciable “gentuza”.
Nunca en la democracia un gobierno se ha visto salpicado de tanta corrupción e indecencia. Hasta la esposa de Sánchez se encuentra en el centro del ambiente “contaminado”. Si algo ha demostrado el PSOE hasta ahora, es que no está en el gobierno para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Tampoco como prometió, a “barrer la corrupción”. Se ha demostrado que está en el gobierno para enturbiar y dilapidar la democracia y el estado de derecho. Pero sobre todo ha contribuido a despertar la confrontación entre los españoles. Un hecho que el tiempo le pasará factura a Pedro Sánchez. Porque los españoles dejamos atrás las disputas. La Transición es la demostración que demuestra que pasamos página para incorporarnos a la democracia que es un espacio donde las diferencias se solventan de manera pacífica. Sánchez y la izquierda se equivocan buscando un chivo expiatorio como es el PP para tapar sus vergüenzas.
FERNANDO CUESTA / VITORIA
La raíz que nunca miramos
Comprender el pasado es más urgente de lo que solemos admitir. Al leer sobre la tragedia de Igueriben descubrí lo poco que sabemos de episodios que, aunque no expliquen por sí solos nuestra historia, sí la marcaron con una huella que casi nadie mira. ¿Cómo aprender de nuestros errores si ignoramos hechos que afectaron a miles de vidas? En Igueriben murieron más de diez mil soldados. Una cifra inmensa y silenciosa, una tragedia arrinconada entre responsabilidades difusas y decisiones que nadie quiso asumir. Tal vez por eso se ha ido diluyendo en la memoria colectiva, como si lo incómodo mereciera ser olvidado. Pero son precisamente esos rincones oscuros los que más necesitamos iluminar para no repetir viejas sombras. Las guerras no nacen en el frente, sino en lugares donde la distancia vuelve abstracta la vida y los egos pesan más que las consecuencias. Allíse siembran monstruos que otros deberán combatir, mientras quienes deciden permanecen lejos del dolor, del miedo... En cada conflicto hay hombres empujados a un destino que no eligieron, obligados a ver como enemigo a un desconocido. La humanidad se quiebra cuando dejamos de ver a la persona y solo vemos una sombra ajena. Recordar nuestra historia no es un ejercicio académico: es un deber moral. Y entender cómo se gestan las fracturas —las grandes y las pequeñas— es imprescindible para reconocer que, al final, todo es política: decisiones que alguien toma y consecuencias que otros soportan. Cuando renunciamos a entender nuestro origen, quedamos a merced de quienes manipulan el relato. Y una sociedad sin memoria es siempre tierra fértil para nuevas fracturas.
ANA MARÍA GARCÍA VALENZUELA