Decadencia de la cultura
Decadencia de la cultura
Hablar o escribir sobre la cultura actual en España parece algo baladí o anodino. Argumentar sobre la tradición clásica o cristiana hasta parece absurdo. Se ven y se escuchan tantas aberraciones que le dejan a uno un tanto anonadado, confundido. No hay que hacer un análisis muy profundo para advertir que nos deslizamos hacia abajo por una pendiente sin poder descubrir el final. En la década de los ochenta del siglo pasado Julián Marías con su habitual maestría y profundidad ya denunció este hecho en numerosos artículos publicados en prensa y revistas relativos a la Decadencia de la Cultura en España. Releyendo ahora esos artículos se descubre la clarividencia y la visión desoladora, pero real, que el Filósofo vislumbraba en un futuro no muy lejano; y no han transcurrido cuarenta años. Lo escabroso, lo insustancial, lo banal se ha apoderado de los ambientes y se ha establecido de manera casi inapelable: “Hay un evidente descenso del rigor intelectual, de la exigencia de pensar, del uso de la lengua, que conduce al pensamiento y sitúa al hombre en un nivel vital; y de la estimación de la belleza, la seguridad de la vida cotidiana, tantas cosas que se echan de menos y a las que corremos el peligro de resignarnos”. La denuncia fue hecha y el peligro nos atenaza briosamente. Todavía es tiempo de sacudirlo.
JUAN ANTONIO NARVÁEZ / ÚBEDA
No es sólo un genocidio
Pedro Pastor nos canta “los olvidados, los que jamás volvieron a ver correr a sus hijos”, no los volvieron a ver porque los desaparecieron, dejando a esos niños huérfanos. En Gaza, también a los niños los están haciendo desaparecer.
Pero este no es un genocidio más. Cuando no se quiere ver de poco sirven las ordenes judiciales de la Corte Penal Internacional Contra Netanyahu, o las medidas provisionales vinculantes de la Corte Internacional de Justicia contra Israel.
Y no es la palabra de la justicia internacional, ni son los gritos desgarrados de las niñas y niños palestinos asesinados, es la propia voz del gobierno israelí, la que no queremos oír, la que nos dice de manera clara y contundente que están cometiendo algo que va más allá de un genocidio.
El ministro de finanzas israelí dijo que dejar morir de hambre a los dos millones de palestinos y palestinas en Gaza sería “justificado y moral”. Itamar Ben-Gvir (Ministro de Seguridad Nacional) en febrero de 2024, afirmó en una reunión del gabinete israelí que cualquier mujer o niño palestino que se acerque a la frontera debe recibir un disparo en la cabeza. El exdiputado de extrema derecha israelí Moshe Feiglin en mayo de 2025 pidió la ocupación completa de la Franja de Gaza, argumentando que “cada niño, cada bebé en Gaza es un enemigo”. El propio Netanyahu el 19 de marzo de 2025 admitió que al menos 174 niños habían sido asesinados en los últimos bombardeos, y afirmó que: “esto es solo el principio”.
Si analizamos el porcentaje de niñas y niños palestinos asesinados por Israel en relación con el número de personas palestinas asesinadas en las últimas ofensivas del ejercito israelí en Gaza, los datos son escalofriantes (basándonos en los datos de la autoridad palestina de Gaza y organismos internacionales). Aunque los datos son aproximados, pues los escombros a veces se tragan tantas vidas como la pólvora.
En la ofensiva Plomo Fundido (2008-2009) de las aproximadamente 1.400 personas palestinas asesinadas, unas 300 eran niñas y niños, es decir, el 21,4%; en la ofensiva Margen Protector (2014) de las aproximadamente 2.250 palestinas asesinadas, unas 550 eran niñas y niños, es decir, el 24,4%; en la ofensiva Guardianes de los Muros (2021) de las aproximadamente 260 personas palestinas asesinadas, unas 67 eran niñas y niños, es decir, un 25,8%; en el actual genocidio de Gaza (2023-2025) de las más de 55.000 personas palestinas asesinadas, más de 17.000 eran niñas y niños, es decir, el 30,6%. El porcentaje de niñas y niños palestinos asesinados en las ofensivas del ejercito israelí han aumentado sin duda, hasta tal punto que actualmente, Gaza es el lugar en el mundo más mortífero para las niñas y los niños, con una tasa de mortalidad infantil muy superior a la de otros conflictos recientes.
Lo que está ocurriendo en Gaza es un asesinato sistemático de niñas y niños, sí queremos dar un nombre a esta atrocidad tendríamos que inventarlo, para ello podríamos combinar el término griego “Paid” que significa “niño” con el sufijo “-cidio” (matar), y tendríamos Paicidio “asesinato sistemático de niñas y niños”.
El problema es que lo estamos viendo, estamos oyendo sus gritos, y nuestro mayor esfuerzo es por callarnos. Como muchas personas dicen se calla cuando los niños duermen, no cuando están siendo asesinados.
DAMIÁN LÓPEZ LÓPEZ / SEVILLA
El dueño del mundo
A lo largo de la historia, muchos han soñado con dominar el mundo. Desde los faraones egipcios hasta los emperadores romanos, desde Gengis Kan hasta Napoleón, desde Hitler hasta las superpotencias del siglo XX. Todos creyeron, por un momento, haber alcanzado ese poder total. Ninguno lo logró. La historia ha sido implacable con quienes han querido someter a todos, demostrando que ningún imperio es eterno y que el mundo, en su complejidad, siempre se resiste a ser poseído.
Sin embargo, hoy vivimos bajo una nueva forma de dominio, más silenciosa y mucho más peligrosa: el poder nuclear. Mientras las naciones acumulan armas con capacidad de aniquilar la vida en el planeta varias veces, nos hemos acostumbrado a su presencia, como si se tratara de una amenaza abstracta y no del verdadero dueño de nuestro destino.
No hay imperio hoy que controle el mundo, pero sí existe un poder que podría destruirlo todo en minutos. Es esa lógica de disuasión —fría, matemática— la que rige el equilibrio global. Paradójicamente, ese equilibrio no se basa en la razón, sino en el miedo mutuo.
Quizás ha llegado el momento de aceptar que nadie gobierna el mundo. O peor: que sí hay un dueño, y no somos nosotros. Y que si no lo desarmamos a tiempo, un día podría reclamarlo todo, y ya no quedará historia que contar.
PEDRO MARÍN USÓN / ZARAGOZA
Otro obispo medieval
Y después nos quejaremos de que venga tanto turismo a esta España tan bien conservada... o francamente restaurada! Ahora, tras haber embarcado en la Armada a nuestra última princesa, que ya no quiere oír más de ese tema, resulta que el príncipe de los obispos pontifica que ahora debe dimitir el presidente que hemos elegido los españoles. ¡Zapatero, a tus zapatos! Y hazlo pronto, antes que desaparezca esa viejísima profesión, porque ya ni los curas quieren disfrazarse de serlo estando hasta la coronilla de que les tomen el pelo.
MARTÍN SAGRERA CAPDEVILA / MADRID