Curiosidades políticas

    30 nov 2025 / 08:22 H.
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    Es curioso, muy curioso, que quienes debieran temerte, en lo político, te quieran como rival. Y es que, desde que me fui —o me echaron—, las cosas han cambiado mucho. Por eso digo que es curioso: hay cosas que no entiendo.

    Pero otras, las que antes no entendía, ahora las voy entendiendo. Ya lo he contado antes y ahora, a riesgo de ser repetitivo, volveré a dar unas pinceladas. No es que me guarde mucho, que ya se sabe; es que lo he dicho: no quiero ser cansino.

    Pasó en el despacho de la sala de máquinas las dos veces. La primera, fuimos reñidos por no hacerle el juego a quien, desde su reino, ponía y quitaba. La segunda, en el mismo despacho y con otro señoro, se nos dijo que no teníamos ética y que, al día siguiente, había comida con el monarca. Y vaya si la hubo: unos días después, y con algunos favorcillos con sus beneficiarios, pasó lo que pasó. Lo que no sabemos —ni se sabrá nunca— es si hubo postres. O quizá sí.

    Lo que sí se sabe es lo que hicimos después quienes estábamos en aquella reunión: mantenernos firmes en nuestra ética y presentarnos en nuestro trabajo al día siguiente. Un trabajo digno y agradecido, y mucho más grande que el de aquellos que tenían el código ético en el cajón.

    El uno y el otro tienen un futuro judicial complicado: son presuntos de muchas cosas, están o han pasado por prisión; los que debían guardar las gallinas se las comieron, hicieron lo que no debieron. Alardearon, y se alardeó, de reunirse entre reyes...

    Pensaba yo todo esto mientras se me repetía, como una cacofonía en la cabeza, lo que me dijeron por enésima vez, lo que, al parecer, ya saben todos: que nuestros rivales han elegido a nuestro candidato. Es verdad que, desde que no estoy, descubro muchas cosas curiosas y que no entiendo. A veces pienso que estoy en lo cierto en no entender, que menos mal que no las entiendo. Pero otras pienso que lo más triste es precisamente eso: que, aunque no las entiendo, no me extraña nada.

    Y al final, lo más demoledor no es que nuestros rivales hayan elegido a nuestro candidato, sino que, conociéndolos a ellos y conociéndonos a nosotros, seguro que han acertado.

    DANIEL CAMPOS LÓPEZ / LINARES

    Somníferos

    Tanto quienes apoyan al Ejecutivo como quienes critican su gestión parecen repetir los mismos discursos. Los telediarios se han convertido en auténticos somníferos: antes de que el presentador abra la boca, el espectador ya sabe exactamente qué va a escuchar. La televisión, la llamada “caja tonta”, sigue haciendo honor a ese nombre. Y mientras tanto, da la sensación de que en el país no ocurre nada nuevo. El cuarto poder parece cada vez más plegado a intereses particulares: unos presentan un Estado que funciona a la perfección y otros, uno que se desmorona. La polarización que atribuimos a los políticos también está presente en los medios, que tampoco parecen interesados en el diálogo ni en el consenso. ¿De qué vivirían si desapareciera esta confrontación permanente? Criticamos las redes sociales y a los partidos, pero olvidamos que sin los medios tradicionales ninguno de ellos tendría el altavoz que hoy poseen. ¿Llegará el día en que veamos una verdadera revolución en un medio televisivo que, a este paso, parece tener los días contados? Porque tender puentes, al igual que la pluralidad, tampoco parece estar hoy entre las prioridades de nuestros medios de comunicación.

    PEDRO MARÍN USÓN / ZARAGOZA


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