Conferencia Episcopal

    29 jun 2025 / 11:04 H.
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    He leído con atención las recientes declaraciones de la Conferencia Episcopal apoyando un adelanto electoral. Como ciudadano que luchó contra la dictadura desde 1969 y afiliado histórico del PSOE y la UGT —aunque hoy alejado por decepción—, no puedo callar. Indigna que los obispos, que guardaron silencio ante la corrupción del PP, se erijan ahora en guardianes de la democracia. La Iglesia española sigue anclada en esa vieja alianza de altar y trono que tanto daño ha hecho a este país. España necesita una nueva transición ética y democrática: un referéndum sobre nosotros mismos. Y la Iglesia, si quiere seguir viva espiritualmente, no requiere otro concilio, sino otro Jesucristo que la salve... de sí misma. Basta de privilegios, poder y dinero en nombre de Dios. Jesús del siglo XXI repetiría: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas que devoran los bienes de las viudas...!” (Mt 23), o bien: “Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22).

    Mientras se multiplican los escándalos financieros y abusos sexuales cometidos por miembros del clero de la Iglesia católica, la jerarquía calla o actúa tarde. Como historiador, constato que la Iglesia ha usado su autoridad espiritual como instrumento de poder político y económico. Su historia reciente está ligada a las élites: primero con Franco, luego con la derecha parlamentaria. Ahora no sorprende su afinidad con PP y VOX. Pero la realidad la alcanza: del 90 % de católicos en los años 70 al 55–60 % actuales; los bautizos han caído del 99,4 % en 1971 al 57,3 % en 2005. Doce millones han abandonado la fe en este siglo. Faltan vocaciones, los seminarios se vacían o se cierran. También aquí, en Andújar, donde vivo. Confieso que soy un creyente con muchas contradicciones que defiende la Iglesia del Evangelio, pero nunca fui un cordero obediente al báculo de la Conferencia Episcopal. Si quiere recuperar su alma, la Iglesia debe renunciar al poder. Porque cuando el pueblo despierta, ya no hay púlpito que imponga obediencia ni altar que oculte la verdad.

    SANTIAGO DE CÓRDOBA ORTEGA

    Un futuro que no se aclara

    Cómo explicarles el mundo a nuestros hijos? ¿Y cómo lo hacen los abuelos, cuando el contraste entre generaciones es cada vez más profundo? Vivimos tiempos marcados por la incertidumbre, donde ni la democracia garantiza estabilidad, ni el futuro parece más claro por pertenecer a un país u otro. En Europa crece el rearme ante la amenaza rusa; Estados Unidos y China caminan hacia una división en bloques; incluso organismos como la OMS se ven cuestionados. En casa, la política parece más centrada en la confrontación que en resolver los problemas reales. Esto hace que la tarea de educar se vuelva aún más compleja. ¿Qué decirles a los niños sobre el mundo que les espera? ¿Cómo formarlos sin caer en el miedo, pero tampoco en el engaño de una falsa estabilidad? Tal vez no tengamos todas las respuestas. Pero sí podemos enseñarles a pensar críticamente, a adaptarse, a cooperar. A comprender que el mundo cambia, sí, pero que existen herramientas para entenderlo y transformarlo, lo que exige un esfuerzo formativo constante. Educar en tiempos inciertos es difícil. Pero también es más necesario que nunca, porque el futuro se construye desde el presente.

    PEDRO MARÍN USÓN

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