Las críticas a la religión
Desde los tiempos más antiguos, la religión es un asunto discutido. Siempre está de actualidad, y en estos momentos, más que nunca. En los medios de comunicación, en las aulas, en las familias, en la calle, se habla de religión. Abundan los juicios desfavorables contra la religión, por parte de los que no creen. Contra Dios, se vuelve el trabajador, con la blasfemia, y el sabio con sus teorías, que pretenden negar su existencia. Igualmente, criticados y hasta tachados de inútiles, son los que creen en Dios, como Jesús de Nazaret y sus seguidores, los cristianos. La crítica a la religión y a sus representantes tiene una dimensión tan grande que es practicada por todos los sectores de la sociedad. Y, esta crítica es tan profunda, que pone en tela de juicio todas las creencias y prácticas religiosas tradicionales. La religión y los creyentes en Dios son como lámparas puestas en lo alto. Ayudan a ver y son vistos. Por eso, es tan fácil juzgarlos. La fealdad, la maldad y la falsedad, que han manchado la religión y la Iglesia, se van limpiando, como voluntad del mismo Dios, por el juicio de los hombres. A pesar de que muchas de estas críticas, nos duelen y provocan un sentimiento de pena, no cabe duda de que la crítica de la religión no sólo puede ser justa, sino necesaria. Aunque se hayan pasado y exagerado mucho las cosas, tenían parte de razón. Y la Iglesia ha sabido razonarlo y tenerlo en cuenta, pidiendo perdón. Por nuestra parte, debemos sacar provecho de estas críticas y debemos fijarnos en el mayor crítico de la religión de todos los tiempos, Jesús de Nazaret. Sus palabras de entonces son también para nosotros, hoy. La respuesta del que cuenta con Dios es: “En Él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch.17,28). De ello es testigo la Iglesia de todos los tiempos, siempre madre de los hombres, protectora de los pobres, los débiles y los enfermos, y anunciadora del mensaje de Cristo, aún con todos los errores escandalosos de algunos de sus miembros.