Memoria frágil

    26 sep 2016 / 17:30 H.

    Cuando los hijos son pequeños, nuestra vida está revestida de amor, alegría, unión, comunicación entre padres e hijos. Si damos paso a nuestros recuerdos, comprobaremos que, salvo excepciones, fue así. Pero poco a poco, y sin que apenas nos hayamos dado cuenta, los niños van creciendo, pasando a la pubertad, a la difícil adolescencia, y a la edad adulta. Los padres educamos, protegemos y cuidamos a nuestros pequeños de la mejor manera que sabemos y podemos, porque no vienen con un manual de instrucciones bajo el brazo. Ellos son los que dan color a nuestros días, sentido a nuestra existencia. Pero llega el momento en que los amigos forman parte activa en sus vidas, después, su pareja y su trabajo, y surgen lógica y frecuentemente los problemas. Y los padres no tenemos otra respuesta que la de la generosidad, la comprensión y la ayuda. La memoria de nuestros hijos se vuelve, en numerosas ocasiones, frágil, demasiado frágil, y aunque es cierto que los hijos nacieron para incorporarse a la vida y tienen su propio futuro, no lo es menos el hecho de que deben guardar en su corazón una parcela a sus padres; pero no suele ser así, desgraciadamente, y los convierten en agentes de sus frustraciones; pasan de ellos, y lo que es peor, muchas veces los maltratan de palabra y obra. Cada vez, con más frecuencia, se da el caso de agresión violenta de los hijos hacia sus padres, causándoles heridas profundas, no visibles, pero reales, y mucho más dolorosas en el corazón, que en el cuerpo. Parece que solo les interese los bienes materiales que estos puedan dejarles. !Qué memoria tan frágil la suya! !Cuánto dolor y tristeza causan a los padres, en la senectud, viéndose abocados a la soledad, sobre todo, si ya murió uno de ellos, y a la marginación! Yo diría a los hijos, que en esa escala de valores a seguir, y tras su matrimonio, sus padres ocupan un lugar insustituible en sus vidas. Ellos lo dieron todo por sus descendientes: Amor, trabajo, salud, desvelos..., es justo que, a cambio, reciban cariño, respeto, gratitud, escucha y compañía en su vejez. Que recuerden que el bien que ahora les hagan revertirá en ellos en una mayor proporción, por deseo de su Padre del cielo.