Abandono en Salud Mental en Andalucía

    26 nov 2025 / 08:15 H.
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    Mi nombre es Inés Aguilar Jurado, psicóloga con más de veinte años de experiencia profesional. Durante muchos años ejercí en Apaem Salud Mental, acompañando a personas con enfermedad mental y a sus familias. Hoy, sin embargo, me encuentro al otro lado: soy la familiar de un enfermo mental que ha sido abandonado por el sistema. Mi hermano, exfuncionario de la Junta de Andalucía y profesor de Química, fue expulsado injustamente de su trabajo. Enfermó mentalmente y desde entonces vive un auténtico calvario sin apoyo institucional. A día de hoy: vive solo, en condiciones de riesgo. Acumula denuncias derivadas de episodios de agresividad propios de su enfermedad, no de su voluntad. No tiene discapacidad reconocida, ni pensión, ni empleo. Su propio psiquiatra reconoce la necesidad de un ingreso involuntario para garantizar su salud y la seguridad de todos. La familia, en lugar de recibir comprensión y apoyo, ha sido culpabilizada. Es un caso extremo, pero sabemos que no es un caso aislado. Por eso escribo esta carta. Queremos visibilizar esta realidad. Queremos ayudar a otras familias que están viviendo lo mismo en silencio. Queremos que mi hermano reciba el tratamiento que necesita para poder volver a ser él. Queremos justicia, humanidad y un sistema de salud mental que no abandone a quienes más lo necesitan. Mi hermano no es malo. Es su enfermedad.

    INÉS AGUILAR JURADO

    25N, cifras que avergüenzan al mundo

    El 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, conviene detenerse y reflexionar ante los datos estremecedores que acaba de dar a conocer la ONU. Según la OMS, 840 millones de mujeres han sufrido violencia física o sexual al menos una vez en su vida; solo en los últimos 12 meses, han sido 316 millones las que han sido maltratadas por su pareja. Además, el informe indica que esta lacra social se ha reducido a un ritmo ínfimo: apenas un 0,2% anual desde el año 2000.

    Estos números representan vidas rotas, sueños frustrados e injusticias profundas. No son meras estadísticas: detrás de cada cifra hay mujeres que han sufrido el dolor de la discriminación, el miedo al denunciar y la indiferencia de muchas instituciones.

    Sin embargo, cuando la insuficiencia de recursos es tan alarmante —menos del 0,2 % de la ayuda oficial al desarrollo se destina a programas contra la violencia de género—, queda claro que no basta con conmemorar esta fecha. Es imprescindible transformar el 25 N en un punto de inflexión: un día para asumir compromisos reales, reforzar políticas públicas, garantizar atención y justicia a las supervivientes y educar a toda la sociedad en el respeto y la igualdad. Las personas nacemos a través de mujeres, con datos de violencia hacia ellas que deberían avergonzar a la humanidad. Que este 25 de noviembre no sea solo un gesto simbólico, sino un impulso hacia una sociedad libre de violencia.

    PEDRO MARÍN USÓN

    El espejo incómodo del desperdicio

    Esta semana, pasando por una concurrida calle de la Avenida Goya, me he quedado con un nudo en la garganta al mirar una imagen. Bolsas de garbanzos, alubias blancas y rojas perfectamente cerradas, un táper con lo que parece un guiso casero todavía naranja y apetitoso, pan envuelto... Todo tirado en la acera, junto a un contenedor de basura vacío. Pensando que esto, en muchos hogares del mundo es un manjar, convertida en un desecho urbano.

    Provengo de un país donde muchos no tienen que comer en días, así como en muchos lugares, barrios en extrema pobreza; una madre que seguramente dará a sus hijos agua con azúcar para paliar el gruñir de las tripas. Gente hurgando en la basura de los supermercados para encontrar algo que comer, y aquí hay personas que se dignan en tirar la comida, en perfecto estado. Me consta que son productos de ONG que donan con ánimo caritativo, que luego son desechados. Y me pregunto: “¿Es este el espejo de una sociedad que queremos, me dan porque “lo necesito” y luego lo tiro? ¿Realmente estamos tan necesitados para pedir y luego tener que desecharlo como basura (mientras 800 millones de seres humanos pasan hambre en el mundo)? Ya decía Jesús: “No deis lo sagrado a los cerdos...” El hambre no es por falta de alimentos, sino por una mala distribución de conciencia y mayoritariamente de indiferencia. La comida no debería acabar en la acera, sino en el estómago de todo necesitado que muchas veces no tienen nada que llevarse a la boca.

    PABLO RUBÉN MIERS / Jaén

    Una petición a quien corresponda

    No sé de quién es competencia, tampoco me interesa, pero quienes se den por aludidos deberían cuidar lo que está recién hecho para dejar más abandonada nuestra capital. Lo digo por el carril bici de la carretera de Córdoba, donde no hay ni papeleras para tirar un simple pañuelo.

    MARÍA ESPINOSA GARCÍA / Jaén

    Noviembre y los recuerdos

    Noviembre es un mes en el que de manera espontánea surge el recuerdo de personas amadas y queridas que la Voluntad Divina, en su eterna y providencial sabiduría, ha alejado de nuestra presencia, pero no de nuestro recuerdo. Indudablemente, aunque la aceptación de su Sagrado Designio sea completa no es evitable el dolor, es algo ineludible. Los vínculos humanos que nos ha unido a esa o a esas personas hacen que el dolor tenga un mayor o menor grado de intensidad. La Iglesia ha querido dedicar este mes a estimular la oración de los fieles por las almas de los difuntos y de manera dadivosa ha establecido el recurso sobrenatural de las indulgencias para ayudar a las almas del Purgatorio a dar el salto definitivo a la presencia de Dios. Desde el punto de vista humano el amor continuado hacia esos seres queridos se manifiesta depositando en sus tumbas unas flores, flores que expresaron unos sentimientos en vida y esa misma emotividad se quiere prolongar tras la muerte. He encontrado unas palabras de Amado Nervo que condensan de manera fiel tan delicado pesar contenido en el fondo de nuestra alma: Dios mío, yo te ofrezco mi dolor. ¡Es todo lo que puedo ya ofrecerte! Tú me diste un amor, un solo amor, ¡un gran amor! Me lo robó la muerte ...y no me queda más que mi dolor. Acéptalo, Señor. ¡Es todo lo que puedo ya ofrecerte!

    JUAN ANTONIO NARVÁEZ SÁNCHEZ / Úbeda

    Cartas de los Lectores
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