Yo soy Antonia

    11 jul 2021 / 21:29 H.
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    A nadie le gusta ir de minusválido por la vida. Ni a mí. Incluso la gente normal esconde en botes usados de cristal aquello que, a su juicio, les hace ser menos que los demás, imaginando que solo con parecer que no son, no son. Y confundiendo el ser con el tener, ni tienen ni son, ni parece que son, y así van sin ton ni son. Y aquí viene la cuestión. Ocurrió con visera, gafas y mascarilla que me acerqué al puesto de ojos verdes del mercado inglés. Vino, de repente, una urgente incontinencia. Así que dejé de mirar collar que iba a regalar y pregunte: ¿los servicios? Fui esquivando mercaderes, hasta llegar al lugar donde mis asuntos sentar. Lejos de satisfacer mi perentoria necesidad, no hizo otra cosa el inglés, que ofrecerme no ya una sino tres, puertas por donde entrar. Minusválidos, decía la primera. Y yo que soy de los que no lo quieren ser, como todos, me fui a la siguiente. Y entré. Me encerré en un aposento. Me senté y esperé suspirando la llegada del sagrado momento. Pero no llegó. Lo que si llegó fueron voces de mujer. El error era evidente y al salir todas las miradas se clavaron en mí. Hasta que una señora mayor salió en mi defensa diciendo: Se habrá confundido el hombre. Y yo, amparado por la ley, contesté: No señora. Yo me llamo Antonia.

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