Y el anillo para cuándo...
Marcar territorio siempre ha sido un motivo importante en el ego de los humanos. Fronteras que se mueven de aquí para allá, señales que identifiquen un territorio como propiedad privada, u objetos que digan en silencio con su redondez, algo así como “mío, es mío, mi tesoro”. Pues eso es lo que dice un anillo, que no el de poder, sino el que a ojos visto muestra que es una persona casada. Aquí en España, —excepto en Cataluña y Valencia—, como en once países de la Europa Nórdica, Germánica, del Este, Central y del Sur, el anillo se lleva en el dedo anular de la mano derecha. Al parecer es cuestión de elegir la “vena amoris” o no del dedo anular izquierdo. Dicha tradición comenzó en Egipto, hace más de 5000 años. Después los romanos la adoptaron y así hasta que el cristianismo la hizo suya. Al parecer, el amor es más que un sentimiento que nos invade y altera la química de nuestro orgánico cuerpo, por ello, al ser una posesión preciosa, la señalamos con una alianza. Pero, dicha tradición, aunque selle una ceremonia con valor no garantiza nada. Porque el amor no es una posesión, y el anillo sí. Así que es mejor cuidar el alma de nuestra pareja y no creer que está todo hecho con poner un anillo.