Vivaldi sound

    02 abr 2023 / 09:00 H.
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    Hace ya que los almendros han sacado sus mostradores de leche para los senderistas intrépidos de los barrancos y las riberas. Las agendas de los terapeutas se vacían de clientes. Las ermitas y los miradores se llenan de automóviles encendidos por la necesidad y el deseo de probar por primera vez el dulce dolor de las estrellas. Los amantes escarban en el corazón de los roperos por si la respuesta de mañana tiene intención de abrazo. La noche va retirando los pijamas de las cómodas y las almohadas amanecen con el sabotaje blanco de los cerezos, repletas de caminantes que regresan. El perfume de las grandes ocasiones devuelve la aguja del tocadiscos a la primera canción de las madrugadas en celo. Los escolares retornan de los campos con un manojillo de flores para sus madres y el monaguillo carga de olíbano el incensario para que, al pasar por la Merced, el Nazareno desborde la sal afrodisíaca en la memoria primitiva de los devotos infelices. Hace ya que no hay violines en el pespunte de los domingos y la ciudad, más cansada que nunca, abre de par en par su temporada de sueños imposibles.

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