Viento en popa

    02 sep 2020 / 16:31 H.
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    Tan solo conectar ese instrumento casero, cada vez menos apetecible de ver en su contenido, y menos, aún, de mirar, como es la televisión, para que vuelvan a bombardearnos sobre el dichoso coronavirus, o una nueva cepa, o su posible vacuna, o vaya usted a saber. La vuelta al cole, al instituto... en definitiva, a las aulas, nos está llevando de cabeza: que si una comunidad lo ha hecho así, que si Cataluña o Galicia lo harán, “asao”, que si España debería llevar las riendas y centralizar una serie de medidas, nada claras —por cierto—, por el momento... porque, ¡a ver! Unos niños bien separaditos en las aulas, “rigurosas” medidas de seguridad, pero ¿alguien me puede decir cómo serán los traslados de los chavales que tengan que tomar un transporte público cada mañana?. Claro, los padres y madres que observen a sus hijos con síntomas catarrales: moco, tos, algo de fiebre, no deben enviarlos al centro escolar, ¡sería una locura si lo hicieran! Pero ¿no hemos quedado en que la mayoría de los chavales, si fueran portadores del virus, podrían contagiarlo pero apenas presentarían síntomas o, directamente, son asintomáticos? ¿Entonces? La verdad es que tiene tela el asunto, porque hay padres y madres que, directamente, no quieren enviar a sus hijos a los centros, para ellos prima la salud al derecho a la Educación, pero claro, esto último es de suma importancia, como es lógico pensar, así que se tomarían medidas, se recurriría a le ley, se daría cuenta a Asuntos Sociales. ¿Pero, y por qué apenas se habla del profesorado? ¿Qué ocurre con esos docentes de riesgo? Pues bien, tengo a bien hablar de uno de ellos: hipertenso, fase 3, severa. Le remiten una carta diciendo que debe incorporarse el día uno, no tiene más riesgo que cualquier otro compañero siempre que se guarden las medidas de seguridad. Lo que pasa es que este compañero tiene, además, una familia muy mayor —y no será el único—, los tres miembros son de riesgo, igualmente, ¿qué tendrá que hacer? Pues nada, ir a su puesto de trabajo y si tuviera la desgracia de pillar la infección vírica por la que hemos tenido que estar confinados varios meses, pues muy probablemente él habría sido el único responsable. Ahí me quedo.

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