Viejas rutas

El comercio local no solo es el pulmón económico de nuestra ciudad, sino la razón de ser de miles de familias. Es la oportunidad que todos tenemos para poder emprender y aportar algo diferente a las calles que nos han visto crecer. Miro con admiración al librero que ve pasar la horas entre los estantes de libros y al panadero que duerme cuando los demás nos levantamos. El comercio local también implica creer en aquello que se hace, tratar con cuidado a una clientela cuyos nombres son más que conocidos y establecer conexiones económicas con comercios equivalentes. Es posible que el precio no siempre sea competitivo pero, como se suele decir, el que algo quien, algo le cuesta. Aunque lo más cómodo sea acudir a las grandes superficies donde todo queda a la mano, ¿cuándo ha sido esa la cultura de nuestra tierra? Poder ir al mercado y desayunar por la manzana, acercarnos a la ferretería de al lado de la casa de nuestros padres o acudir a la peluquería de siempre. Todo esto supone el acto revolucionario de elegir los tiempos de consumo, distanciando nuestro deseo y encontrando un modo de revertir en la ciudad la riqueza que se merece.