Versos entre amapolas

    11 may 2022 / 16:00 H.
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    Cómo entonar un suave verso alado, cómo sentir la aurora, cómo andar entre estrofas sin pies que dejen huellas, sin brisa que acaricie la armonía, sin sueños que se plasmen en el azul brillante de unos ojos, que miran en la noche estrellada de luceros que cantan. Cómo notar el salado sabor que hay en las olas cuando el monte ha tocado tu mano con su verde espesura. Entre los amarillos jaramagos que enhiestos se columpian con el fresco airecillo mañanero o entre los acicates o los suaves ancianos que en medio del trigal han florecido, la rima se detiene, se deja seducir por los sentidos, por los colores, aromas y sonidos, por los suaves latidos que hay en las mariposas, en las rosas o en el aroma quieto del celindo en un jardín cualquiera. Cuando su dulce mano derrocha la belleza la tierna primavera, en las enredaderas, las perfumadas madreselvas, el aromado sueño del romero, la lavanda que tiende su música sonora de arrullos que envuelven su son de melodías. Ayer te vi, amapola, ayer me conquistaste con tu roja sinfonía de pétalos que frágiles danzaban, allí sentí mil versos que nacieron al contemplar tu belleza en el verde del monte o en el jardín de un parque que te quiso tener a ti también entre sus flores. La poesía está viva y al contemplarte la rima se estremece y los versos florecen en el cuaderno azul donde la vida sueña. Versos que construyen poemas, que muestran realidades, que huyen de los ruidos, buscan en el silencio la fuente donde mana la rima, donde fluyen palabras que, muchas veces, sin saber cómo, han compuesto un poema. Al dulce susurrar de tus latidos llega la inspiración, hay un rumor que deshace sus notas, de puntillas sus tules flotando en el vacío, van componiendo levemente esos tiernos poemas, que transmiten la dicha de la vida, el agradable son de la nueva mañana florecida. El campo y el jardín se han dejado llevar por el mágico toque de sus manos que todo lo transforma. En el silencio de la tarde callada pude sentir mil versos, las palabras brotaron de la fuente infinita, las estrofas volaron al cuaderno, sentí tu rojo ser de primavera, sentí el anochecer de otra manera y dejaste que allí junto al camino se durmieran las horas. Aquella tarde azul, yo vi brillar mil versos entre las amapolas.

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