Verano y vida
Decía John Steinbeck que “El arte del descanso es una parte del arte de trabajar.” En estas fechas leemos muchos artículos que refuerzan los beneficios de las vacaciones. La neurociencia respalda firmemente la importancia de las vacaciones para la salud mental y física. Al reducir el estrés, la responsabilidad y la tensión se mejora el estado de ánimo, aumenta la creatividad y se obtienen beneficios cognitivos.
Un estudio del Laboratorio de Neurociencia Integrativa en el Instituto Nacional de Salud (NIH) sugiere que las vacaciones son críticas para restaurar las funciones cerebrales superiores que se ven afectadas por la exposición prolongada al estrés y la tensión laboral. Las personas que nos tomamos vacaciones llegamos al trabajo con mayor energía, motivación y una perspectiva renovada, y esto mejora sin duda nuestro rendimiento laboral. Pero, además, dicen los expertos que más allá de los efectos inmediatos, las vacaciones también pueden tener beneficios cognitivos a largo plazo. Estar en nuevos entornos y tener experiencias diferentes, como viajar a lugares desconocidos, puede estimular el cerebro y mejorar la neuroplasticidad y esto es especialmente relevante en personas mayores.
Un amigo mío diría que las vacaciones son un invento del capitalismo para estimular la economía y sacar mejor rendimiento a la clase trabajadora. Pero sea como fuere, el caso es que no hay mejor anhelo a lo largo del año que las tan deseadas y necesarias vacaciones que esta semana iniciamos más de media España.
Cada verano tiene su historia y cada persona construimos nuestro propio relato veraniego cada año. Para mí lo mejor del verano, junto a los viajes, es hacer una inmersión en lecturas atrasadas que devoro con un placer bárbaro y que me dejan reflexiones importantes en mi propio relato. Cada libro del verano tiene un marcapáginas improvisado que da pistas de cada uno de los rincones por los que he viajado. Es realmente lo que me recarga las pilas. A pesar de las altas temperaturas el verano es una estación cálida en el sentido literal, que nos brinda siempre optimismo, nuevas oportunidades y nos invita a disfrutar de cada momento y a apreciar las pequeñas cosas de la vida. Es un revitalizador para nuestro espíritu. Podemos disfrutar de amigos, familia, desconocidos, e incluso nuevos amigos de viajes que nunca volveremos a ver, pero nos encanta incorporar a nuestro universo. Sólo por eso el verano es para mi la estación con mayor vida de todas. La célebre Helen Keller cuya sordoceguera nunca le dejó ver un rayo de sol decía “mantén tu rostro hacia el sol y nunca verás las sombras”. En esa línea el verano es también un tiempo para la reflexión y el crecimiento personal. Como bien señala la escritora Madeleine Chapsal, el verano es como un fruto que madura y ofrece su dulzura solo a aquellos que están dispuestos a saborearlo. Es una invitación a aprovechar al máximo cada momento y a vivirlo con plena conciencia. Con este artículo que pretende ser toda una oda al verano y al afán de disfrutar de las pequeñas cosas, pretendo ofrecer una bocanada de optimismo a los lectores y lanzar una invitación a los compañeros de los medios que les toca trabajar durante estos meses, para dejar a un lado la polarización sin sentido que colapsa los titulares cotidianos y disfrutar también de las historias intranscendentes del verano.