Ve y lo cuentas por ahí

22 oct 2020 / 16:27 H.
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Cuanto más reafirmamos la autonomía del individuo, más necesitamos una articulación efectiva del Estado. Se comprueba en estos meses de pandemia, y las baterías neoliberales anti-Estado, que llevan haciendo tanto daño y ruido desde hace décadas, enconadas contra aquello que huela un poco a asociacionismo, lamentablemente han tenido que ceder posiciones y plegarse a ciertas concesiones. Que no nos engañen, no obstante, porque está claro que es algo estratégico, agazapándose a la espera de una reacción. Las oligarquías saben bien cómo agazaparse, enmascararse, y el neoliberalismo económico buscará los recovecos para seguir perpetuándose como hegemonía. Estas nuevas perspectivas, aunque leves y tímidas, se vislumbran quizás como unas de las pocas noticias positivas de esta crisis sanitaria, crisis humana que quieren recubrir como económica a cualquier precio, y nunca mejor dicho lo del precio. Europa, y ay de quien no crea en ella, debe siempre reivindicar un sistema más horizontal y humano frente a la verticalidad económica. Ya se sabe que vivimos tiempos confusos, y por eso necesitamos de una postura firme, pues se aprovechan de la situación dramática los consabidos oportunistas. Me refiero a que aunque haya voces que piden más Estado, las alarmas suelen encenderse más bien por el lado contrario, por la desregulación y la desestructuración de los servicios sociales. La alucinante desescalada de las últimas décadas nos ofrece datos como que hay menos de 20.000 profesionales de la sanidad actualmente trabajando en España que en 2010, hace justo 10 años. Los números no mienten. Ahora ve y lo cuentas por ahí.

Ya sabemos que EE UU representa el país donde se llevan a cabo los sueños de la meritocracia, el esfuerzo y la lucha de las libertades de un individuo —en una combinación de las celebérrimas Primera y Cuarta Enmiendas— frente a la opresión del Estado, las reglas colectivas y la convivencia cívica. Lo que nos gusta de Yanquilandia y la ideología que lo sostiene desde su fundación hasta hoy, lo que ha hecho que esa nación sea lo mejor y lo peor de este mundo, es precisamente la lucha del individuo frente al Estado, un conflicto irresoluto que naturalmente se ha decantado por el primero, ya que se reafirma en las fallas del segundo, en lo que no funciona, para destacar la disputa del individuo por el orden y la probidad, cuando el Estado es incapaz de resolver cualquier injusticia. Y desde esos parámetros enmarcamos a ese personaje solitario —Clint Eastwood en El fuera de la ley (1976), por ejemplo— e independiente que, si es venganza, logrará la venganza o, si es justicia, también la logrará, a pesar de la corrupción generalizada, la degeneración de una sociedad de la que, como en el barril de manzanas, hay que apartar las podridas de las sanas. Muy cristianos, sí, pero más del Viejo que del Nuevo Testamento... El odio y la envidia forman parte de la condición humana del mismo modo que la solidaridad y el altruismo. Nos han enseñado a coger el rábano por las hojas. Nos han inculcado que la sociedad es la culpable. Nos han remachado que siempre habrá clases, que nada podrá cambiarse. Nos han grabado a sangre y a fuego que eso es lo que hay. La ideología que nos mueve... Pero sin duda que hay más vínculos que nos unen que nos separan. Lo sabe hasta el Niño de la Bola. Así que ahora ve y lo cuentas por ahí.

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