y su Catedral

    17 may 2019 / 16:39 H.

    La plaza de Santa María debe su nombre a que, recién conquistada Jaén por Fernando III el Santo, en el siglo XIII, acompañado por el obispo de Córdoba, ordenaron levantar una iglesia para conmemorar la efeméride, y con el tiempo se alzó lo que hoy es nuestra impresionante Catedral renacentista, llamada a ser, si la Unesco está por la labor, Patrimonio de la Humanidad. Me gusta pasear por esta pista de cemento, oiga, y sin árboles, lo que hace posible que hacerlo en verano resulte ser la travesía sofocante del desierto del Sáhara. Oír el revuelo de las campanas me conforta el ánimo, o me llena de tristeza cuando tocan a duelo porque un ser querido o un amigo entrañable nos dijo adiós sin retorno. A esta fachada luminosa y grandiosa, como dijo un célebre escritor, solo le faltan unas macetas para exornar su espléndido realce arquitectónico. Un paseo, qué duda cabe, en el que echo de menos la estatua broncínea de Andrés de Vandelvira, ya que feo feísimo que le de la espalda a su magistral obra, situada en la parte gótica de nuestra Catedral, frente al sagrario del maestro Herrera y el conocido como “el callejón de la mona”, que no es tal sino un adorno humano. Si nuestro Ayuntamiento u Obispado piensan que Vandelvira debe mirar con sus propios ojos la obra más sublime y bella que realizó.