Un jiennense inolvidable

29 mar 2018 / 08:30 H.

Hace algunos años, hoy, Jueves Santo, él estaría dando los últimos toques para que, esta madrugada, el desfile procesional de Nuestro Padre Jesús estuviera a punto para recorrer con gloria y fervoroso olor de multitud las calles de Jaén. Él, un jiennense inolvidable y ejemplar, fue hermano mayor de la cofradía del Abuelo, como lo fue de la Virgen de la Capilla y de tantas organizaciones sociales, culturales y deportivas en las que empleó muchas horas de cada día de su vida, como en la presidencia del Real Jaén y del Balonmano ADA. Ramón Calatayud Sierra estuvo siempre presto, dispuesto, para entregarse con entusiasmo en cualquier empresa que estuviese encaminada a mejorar, promocionar, defender y dar realce al nombre de su Jaén, para lo que tampoco dudó en aceptar ser alcalde de nuestra ciudad. Ramón nunca negó su colaboración si se trataba de su ciudad. Ejerció innumerables presidencias, y no porque él las buscara, sino porque los jiennenses confiaban en él y sabían de su afán, de su entrega, de su amor a la ciudad.

Me dolió que su nombre fuese retirado de un colegio jiennense. Algunos de los políticos de ahora, los recién llegados, aducían que Ramón Calatayud fue un alcalde franquista. Claro que lo fue, porque era el régimen que le tocó vivir en su tiempo, pero él hubiera sido tan eficiente en la monarquía, en la república o donde fuese menester, porque lo único que le importaba y guiaba era servir a su ciudad y a sus ciudadanos. Y lo hizo sobradamente. Su huella no puede ser borrada por un letrero más o menos, porque su obra está por encima de todo eso y su nombre siempre perdurará en el recuerdo de quienes le conocimos.

Un hombre llano, sencillo, cercano, afectuoso, que lo mismo alternaba con el señorío en los mejores bares que con obreros y campesinos en la taberna más humilde. Yo coincidí con él en no pocas tertulias y actos, y su amistad eran tan leal, tan sencilla y cercana que te ganaba. A mí me pidió muchas veces, como a muchas otras personas, que le tuteara. Así que para mí era Ramón y yo para él Pepillo. Jamás le vi el más leve gesto de orgullo ni pedantería. Era uno más allí donde estuviera. Podría contar muchas de sus vivencias, algunas de las cuales compartí, pero no tengo espacio suficiente. Lo que sí pediría a los políticos es que conozcan mejor la historia de Jaén y sus gentes. Y que no piensen tanto
en los colores de sus partidos.