Ucrania: invasión y educación

19 mar 2022 / 18:03 H.
Ver comentarios

Hace tan solo unos meses que nos asoló una pandemia y la realidad vuelve a recordarnos la dramática emergencia educativa que se originó como consecuencia de los confinamientos que tuvieron lugar en todos los países del mundo. La pandemia provocó grandes períodos de interrupción jamás conocidos en la historia de los sistemas educativos afectando a más de 1.600 millones de alumnos y alumnas, lo que estimuló los procesos de innovación en el ámbito educativo y la implementación de la educación online de la noche a la mañana para afrontar la crisis en materia de aprendizaje. Son muchos los países que aún no han salido de la crisis y, a los que lo estamos haciendo, aún nos queda la tarea de responder a las pérdidas producidas en materia de aprendizaje y a las brechas sociales y educativas que se han generado. Pues bien, cuando aún estamos en proceso de reconstrucción de las secuelas de la pandemia provocada por la covid, nos enfrentamos a la invasión de Ucrania. Una invasión con muchas víctimas entre las que también se encuentra, de nuevo, la educación. Las imágenes de horror de niños y niñas deambulando por la calle, ocultos en un refugio o huyendo hacía otras fronteras dejando atrás una vida normal (como la nuestra), nos muestra la monstruosidad de la sinrazón de una guerra. Según la ONU más de siete millones de niños y niñas viven en Ucrania y todos están sufriendo el impacto de una guerra cruel que los aparta de sus familias y de la educación. En la pandemia las escuelas cerraron y la población infantil y adolescente se quedaba en casa con mayores o menores recursos tecnológicos para seguir sus clases. Ahora en Ucrania los centros educativos, desde la escuela a la universidad, se cierran y se destruyen y la población en edad escolar pierde algo tan esencial como es la educación y el bienestar. No se van a sus casas, se refugian o huyen de la muerte en unas condiciones climáticas muy adversas. En muchos casos las pérdidas en el aprendizaje serán irreparables y su estado emocional tendrá igualmente graves consecuencias. Cuando un ser humano al frente de una nación destruye un espacio ocupado por una invasión no le importa a quien destruye sus sueños y en tal situación la infancia se termina, se destruye y la educación se limita. Esta idea nos deja ver que las víctimas más inocentes son los niños y adolescentes. Cuando la muerte se percibe como algo muy cercano en nuestro día a día lo esencial para la población es la supervivencia, aún a sabiendas de que lo que nos preocupa es la destrucción del futuro de una generación perdida. Es el momento para que la sociedad europea abra el camino de la solidaridad con el objetivo del rechazo a la guerra y la defensa de la paz, el entendimiento y la cooperación entre todos los pueblos y culturas del mundo para combatir los resentimientos, los odios y los nacionalismos excluyentes. Debemos entender que la realidad de la vida cotidiana nos presenta una nueva cohorte de oprimidos por la guerra que debemos compartir con ellos ya que el ser humano es un ser social que se construye gracias a los intercambios que se producen mediante las relaciones sociales que mantenemos y que nos permiten adquirir una identidad propia que facilita, por una parte, nuestro autoconocimiento, y, por otra, el conocimiento de los demás. Esta identidad es la fuente de la diversidad y la solidaridad humana. Para finalizar quiero mostrar una frase de una niña ucraniana recogida de las múltiples informaciones que nos ofrecen hoy los medios de comunicación: “Queremos tener un cielo pacífico sobre nuestras cabezas, vivir en nuestro país, educarnos y desarrollarnos, pero no podemos hacerlo porque tenemos una guerra”. Necesitamos desarrollar un sentido de unidad de la humanidad para ayudar a los que más lo necesitan y así construir un mundo de paz que nos ayude a educar a las personas en armonía. La educación es la mejor arma para la paz, aunque en Ucrania sea una víctima de la guerra.

Articulistas