Tras los números
Uno llega a acostumbrarse a las estadísticas y a las encuestas e incluso a pasar de ellas si son las que hace el CIS sobre la intención de voto en las elecciones. En los últimos meses las estadísticas se manejan cada día y nos abruman, más aún, nos aterrorizan con sus dramáticos datos de muertes y contagios. Apenas existe otro tema de conversación que el de la pandemia que tiene a casi todos los países del mundo paralizados, con las gentes confinadas, sin que exista más actividad que la de tratar de frenar los daños letales del coronavirus. De momento, sólo conocemos las estadísticas y poco más. Estadísticas que nos informan de millares de defunciones, a cuyo impacto también nos estamos acostumbrando. Sin embargo, a medida que avance el tiempo y estos números de las estadísticas se aparten para dar paso a los nombres y apellidos de estas miles de personas que nos dejaron, iremos descubriendo cuántos amigos, cuántas personas conocidas vieron segada su vida por esta pandemia asesina. El conocimiento de la identidad de estas personas víctimas del virus nos causará grandes sorpresas y, sobre todo, mucho dolor, como he sentido yo al enterarme de la muerte de Francisco Avilés Gil, un entrañable amigo y un buen compañero de trabajo en el INEM. Paco fue un jiennense nacido en Santisteban del Puerto pero residente en nuestra capital desde que tenía 7 años, edad en la que ya sentía una apasionante afición por la música, heredada de su padre, Julián, que fue profesor de la Banda Municipal de Música de Jaén. Realizó estudios de solfeo e historia y estética de la música, violín y armonía y más tarde, Magisterio, pero terminó ingresando en el Ministerio de Trabajo donde desarrolló toda su vida profesional. Otra cosa fue su vida vocacional, que siguió entregada a la música. Paco Avilés fue autor de varias composiciones religiosas, himnos y el pasodoble “El Músico”, dedicado a su padre. Perteneció al Orfeón Santo Reino desde sus inicios siendo uno de sus integrantes más veteranos. Paco fue un hombre muy considerado, querido y respetado por sus virtudes humanas. Una pérdida dolorosa a la que se sumaron y seguirán sumando otras muchas más, aunque no todas provocadas por la pandemia. Profundo impacto emocional y sentimental propició la muerte de Pilar Palazón, un mujer ejemplar totalmente entregada en la lucha por defender y potenciar la cultura y la historia de Jaén. También se produjo hace pocos días el fallecimiento de José Enrique Guerrero de Guindos, un jiennense muy conocido y, más recientemente, el de Miguel Montoya, un buen amigo, que dedicó toda su vida profesional a conducir camiones, a quien la muerte sorprendió inesperadamente, a la edad de 69 años.