Tras la corrupción

    26 jun 2025 / 08:45 H.
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    Creía en mi círculo más cerrado que ya la corrupción había sido desterrada al ostracismo. Pero craso error, el de creer, en la honradez de quien no la tiene. Engañabobos, con caras de buenas personas que incluso sonríen, desdicen, niegan y echan balones fuera desde hace años. Energúmenos-as que visten con sus trajes de cínicos bien empecinados. Adoradores y adoratrices del robo y de la mentira que sientan sus posaderas en aforados y tapizados sillones, porque sí. Y esas son malas noticias, cierto. Porque saber que la ciencia, la educación, los derechos sociales, el empleo, la vivienda, y tantos beneficios acuciantes y necesarios en esta sociedad no son llevados a buen puerto, porque los partidos políticos hacen un continuo escarnio de nuestros derechos con mordidas, que se convierten en bocados, y desgarros, genera unas tremendas ganas de resetear todo y a conciencia. Pero hay días, en los que las malas noticias del ludibrio de nuestros derechos dejan de ser tan contundentes cuando hay otras fatalidades. Esas que nos tocan la otra fibra. Noticias de nuestro entorno. Infartos. Cánceres. Impactos en la estructura cotidiana que te convulsionan para que te creas que no tienes tiempo que perder.

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