Tómate cinco minutos

Hace poco decidí quedarme con lo bueno de la vida. La elección la hice en cinco minutos aunque a diario necesito disciplina para no insultar a zafios y tiranos, no ahogarme en el dolor de las guerras o no enojarme por las desigualdades y la impunidad. La técnica que utilicé fue simple: abrirme a lo que no comprendía. Nuestros sentidos recolectan alrededor de un trillón de bits por segundo, pero como el cerebro izquierdo, de la lógica y la razón, solo acepta lo que entiende, únicamente procesa 10 bits. Yo, que no soy de desperdiciar bits, me dispuse a usar ambos lados del cerebro. Así que ahora medito, sonrío, ando descalza y abrazo árboles para notar las corrientes telúricas de la Tierra. Y me noto rara. Creo que hay perfección tras el caos. Que cada uno de los ocho mil millones de humanos, con su huella dactilar y su ADN irrepetibles, puede aportar algo único a la humanidad. También agradezco la sabiduría de mis células por formar cien mil reacciones químicas por segundo para equilibrar este cuerpo. Incluso pienso que estamos en el mejor momento de la historia de la humanidad porque, por primera vez, nos percibimos como parte de todo. Ser cándida por el módico precio de cinco minutos.