Titiriteros

15 ene 2016 / 09:36 H.

No soy tan retrógrado como para pensar que al Congreso los parlamentarios deban acudir ataviados como lo hacían en la Corte de los Luises de Francia. Ya estamos en el siglo XXI y las modas han cambiado. No sólo han cambiado las modas sino los modelos —y los modales— de educación urbana y de respeto a las normas, que ya también son otras más permisibles. Pero asistir a la primera sesión del Congreso en mangas de camisa y con los harapos asomando por encima del pantalón me parece demasiado moderno. Yo diría que es vulgar y ordinario, por más sencillez que se quiera imprimir a los protocolos. La sesión inaugural resultó un tanto esperpéntica y hortera a causa de que hubo presencia de un buen grupo de titiriteros que hicieron, en buena parte, del Parlamento una función de volatineros ambulantes en un mercadillo.

Y ya no se trata de que su indumentaria estuviese más o menos descuidada —yo tampoco soy amigo de las corbatas— sino que dieron un pobre testimonio de capacidad de retentiva, de memoria, ya que para pronunciar diez o doce palabras la mayoría tuvieron que ayudarse de una chuleta. Todos los de ese grupo —Podemos— prometieron respetar la Constitución hasta que puedan cambiarla. Todo esto resultó llamativo para el televidente, pero nada tanto como la presencia de la diputada Carolina Bescansa que aguantó toda la sesión con su hijo de pocos meses en sus brazos. ¿Qué pretendía esta señora con este gesto? En el Congreso hay una hermosa guardería donde pudo dejar a la criatura, si es que no tenía otra opción. Pero se sabe que doña Carolina tiene una niñera. Lo que importaba era explotar la presencia del niño en un lugar a rebosar totalmente inadecuado, donde se escuchan voces, pitos y aplausos que sin duda molestarían al bebé. Vamos, como para que Protección de Menores actuara en el caso, por las molestias que el niño pudo sufrir y, afinando, porque lo que se cuece en un lugar como ese, donde tanta hipocresía reina, puede ser muy nocivo para él y, además, teniendo en cuenta que políticos del mismo partido prohibieron desfilar animales en la cabalgata de Madrid porque se estresaban. ¿Un niño no se estresa? Eso sí, cuentan que cuando la sesión terminó, Carolina Bescansa dejó al bebé en manos de su niñera. La propaganda ya estaba hecha y el objetivo cumplido. Parece una forma lamentable de utilizar a un menor.