Títeres sin cabeza

    25 feb 2016 / 09:40 H.

    Estos días, escucho ruidos y susurros en el almacén en el que apilamos los cachivaches de las funciones de teatro. En concreto, el jaleo procede de un canasto en el que transportamos los objetos de nuestra última obra. Y es que en la parte superior, junto a la tapadera, se encuentran los títeres del espectáculo, que últimamente andan bastante soliviantados. Aunque cuando me acerco disimulan, se hacen los prudentes, hasta que al fin me marcho. Pero yo sé que están acongojados, los pobres, por lo que han oído que les ha ocurrido a unos colegas de profesión, unos cristobitas cachiporreros y deslenguados, que ahora están incautados en un juzgado, aplastados sus cuerpecillos de gomaespuma por el descomunal peso de la ley. Que como anda la justicia harto ociosa, sin delitos ni faltas que juzgar, pues la impecable acción de nuestros poderes públicos no deja resquicio a la acción punible en el mundo real, no le queda más remedio a la ley que fiscalizar los movimientos y tramas del mundo ficticio, en el que campan a sus anchas, dubitativos príncipes daneses que cometen parricidios, pueblos levantiscos que asesinan comendadores, o incluso brujas desahuciadas que, como en este caso, denuncian el terrorismo de estado. En fin, quién mandará a los títeres a meterse en análisis sociales, ellos no entienden nada de política. Y es que todas las marionetas son unas cabezas huecas, y tienen cerebros de serrín, es su naturaleza. No trato de criticarlas, todo lo contrario, yo adoro esas figurillas, que tanto juego dan en un escenario. Los mismísimos Valle Inclán y García Lorca las hicieron depositarias de sus valiosísimas palabras, por lo tanto categoría les sobra. Pero no pueden evitar ser unos seres primarios que sueltan sus mensajes sin meditarlos, a bocajarro. Es parte de su encanto. Pero en los delicados tiempos que corren hay que andarse con ojo. De hecho, algunos han aprovechado para colocar a los títeres en el centro del escenario público. Y han sido manipuladas las pobres marionetas, pero no como ellas acostumbran. Los hilos que las manejan vienen, en esta ocasión, de muy arriba.