Tiempo de brasero

    22 nov 2019 / 10:26 H.
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    Se está terminando noviembre, ese mes que entra con los Santos y termina con San Andrés. En las casas ya se le ha quitado el alcanfor a las mantas y los que tiene la suerte de tener una mesa camilla con brasero, ya están criando cabrillas en las pantorrillas. A algunos jóvenes les sonará extraño esto del brasero y las cabrillas, ya que el modo de calentar actualmente las viviendas ha cambiado, consecuencia del uso masivo de calefacciones. El brasero de ascuas (que no el eléctrico, que es un sucedáneo sin vida que pierde todo el sentimiento nostálgico y evocador), es un aparato, que aparte de servir para calentar, tiene otra utilidad que no posee ningún otro mueble de la vivienda, y es el de reunir a toda la familia a su alrededor, provocando el diálogo. Los braseros que seguimos disfrutando en cortijos, casas de campo y viviendas rurales, son lo que usan como combustible el cisco, el picón y el erraj. El erraj es el carbón menudo que se conforma con huesos de aceitunas machacados, por lo que en nuestra provincia es el combustible más utilizado. El encendido tiene su arte particular, ya que hay que crear unas ascuas, introducirlas en el alma del brasero, y a base de airearlo con el panerillo, conseguir prender el resto del material.

    Antiguamente lo que se hacía, era que las vecinas se pasaban por la casa de la que tenía una chimenea grande, y de ahí cogían una paletada de ascuas que vertían en una cubeta de lata, para llevarla a su brasero y prenderlo. Cuando el calor se venía abajo, es decir, comenzaba a dejar de calentar, se cogía la paleta o badila y se le echaba una firma, que no era otra cosa que remover el carbón, haciendo brotar a la superficie las ascuas, provocando una sensación de bienestar indescriptible. Normalmente el brasero va encajado en una tarima de madera que sirve para evitar el vuelco, ya que solía tener forma cóncava, teniendo la doble utilidad de aislar los pies del frío suelo. También suele ir tapado por una rejilla, para evitar quemarnos o que las faldillas de la mesa camilla se metan dentro y provoquen un incendio. Un inconveniente es el problema de la combustión, ya que la habitación no puede estar cerrada por consumirse el oxígeno, llegando a provocar en muchos casos la muerte por atufamiento, que es como se le conoce a este tipo de fallecimiento. En el brasero se echa alhucema, romero, cascara de naranja, incienso, lavanda e incluso pétalos de rosa para aromatizar la estancia.

    En mi recuerdo están esos tapetes de croché que iban indeleblemente sobre las faldillas de la mesa camilla. Actualmente lo que se ve son mantones de manila, que le dan un aire de distinción a la mesa, aparte de darle algún uso a estas obras de arte, que normalmente se encuentran en el interior de un viejo arcón dejados caer dentro de un papel sin doblar, que es como hay que guardarlos para que duren el máximo tiempo.

    Alrededor de este artilugio se han conservado tradiciones, como por ejemplo la de cantar villancicos tomando el aguinaldo de navidad, que suele estar compuesto por rosquillos de aguardiente, mantecados, almendrados, perrunas, polvorones, clavelicos, resol de café, anís, y un largo etcétera. Esta costumbre aún no se ha perdido del todo, ya que continuamos cuatro locos tratando de conservarla. Concretamente, este año vamos a oficializar esta tradición, y el día 21 de diciembre a las 18 horas, tendremos la primera edición del Aguinaldo Jaenero en el que la Tuna de distrito de Jaén, la Asociación de Coros y Danzas Lola Torres, Ajopringue y la Asociación de vecinos Unidos por la Merced, arrancaremos en una macroquedada cantando villancicos desde Roldán y Marín, hasta el barrio de la Merced, donde tendremos una ruta por distintos domicilios donde pediremos el aguinaldo y nos invitarán a los productos indicados anteriormente. Nos pueden tachar de carcas, nostálgicos, retrógrados. Nosotros estamos convencidos de tener el deber de conservar nuestras tradiciones, aunque como en este caso, tengamos que crear algo nuevo que impacte.

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