Tarde de tormenta

    29 abr 2022 / 16:21 H.
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    La vida es como una tormenta, siempre amenazante. Mientras el cielo ruge y el agua se precipita hasta el suelo, pienso en la fragilidad de los seres humanos, tan empeñados en ser eternos, cuando lo único que sabemos al nacer es que vamos a morir. Las prisas diarias, los apremios del trabajo o de la familia, nos desdibujan el futuro y ofuscan nuestro pasado, llegamos a olvidar que un día fuimos niños con sueños sin estrenar. Ahora nos conformamos con llegar al viernes, o llegar a nuestro sofá, o las dos cosas. Desplomarnos. Nada tan pesado como el plomo que se deposita sobre nuestros imaginarios hombros, esa capa de metal duro e implacable que se haciendo cada vez más gruesa y consistente. Un trueno retumba y mis dedos tiemblan al teclear estas palabras confusas. No sé dónde quiero llegar, creo que quería hablar del estrés, la enfermedad de nuestros días, la que nunca padecieron nuestros abuelos, a pesar de matarse a trabajar por un trozo de pan. Algo falla, hay piezas que no encajan en esta sociedad consumista que nos invita a seguir corriendo tras una aparente felicidad que nunca llega. Ha escampado, las nubes negras se alejan y dan paso a tibios algodones. El cielo se despeja, en cambio, mi cabeza sigue atormentada.

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