Sudar
el voto

Jaén es diferente, como España en general. Así nos etiquetó un visionario gallego en tiempos pasados. Yo no acabo de entender la diferencia a pesar de los años que voy atesorando, debe de ser que no me ampara una inteligencia suficiente, ni una mundología aceptable. Jaén ha votado este domingo pasado con la alegría de la lluvia reciente, y se ha significado expresando su voluntad, que parece ser difiere, en esta extraña coyuntura, del resto de las provincias andaluzas. Pudiera ser, como dice la canción, “que no estamos locos, que sabemos lo que queremos”, o quizás tenemos un sentido, algo singular, que nos indica que las brújulas pueden engañarnos y que los catalejos algunas veces se empañan y no pueden diluir las brumas. Estamos como al principio, más o menos, en el ombligo de esta península tan querida, en una oquedad silenciosa y expectante, jugando, creo, que muy sabiamente al pito, pito, gorgorito. Y al que le pique, que se rasque. Jaén es muy importante, al margen de merecimientos añadidos y desprecios acumulados, por eso, y si así lo estima el patrón, iremos a sudar el voto en el próximo estío, chicharras y lagartos, pero siempre a la sombra de un olivo.