Soluciones mágicas

07 feb 2023 / 18:00 H.
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La frase ¡qué pena llegar a viejos!, la escuchaba continuamente en boca de Doña María, mi madrina. Nunca la entendí. Cuando la oía no sabía si era una queja o una sentencia que ella ahogaba desde la desesperación entre sus vírgenes de la que era devota. Cumplir años es una victoria del ser humano, ¿por qué quejarse? Leo en el periódico el artículo “La hija que rescató a su madre de una residencia” y comprendes porque una persona desea mejor calidad de vida para su madre mayor y busca una residencia como garantía de seguridad y control de su vida. Descubres como se quiebra la confianza que deposita en la residencia. Terminas por entender que se trata de un almacén de personas. Buscan optimizar esfuerzos y tiempos de recursos humanos, donde no se está pensando en la persona mayor. Se comprende como ante la falta de cuidados y estimulación se ve obligada, para que su madre tenga garantía de vida, a sacarla de la residencia. Habrá quien diga que es generalizar y que existen buenas prácticas, cierto que las hay; pero basta que haya un solo caso, y no es el único, como el que se relata para entender que el modelo requiere un replanteamiento y revisión. Conclusión a la que se llegó tras la mortalidad por covid en residencias y que aun no se ha abordado. No hay ningún grupo o responsable político poniendo el tema sobre la mesa. El modelo de confinamiento de parte de la población es la solución adoptada desde el siglo XVII para abordar determinadas necesidades personales que impactan globalmente en la sociedad. No hay que leer a Foucault para deducir que se trata de un modo de exclusión y segregación social, organizado laboralmente que le aporta de una pátina de ingeniería social que no se cuestiona —crea empleo— a no ser que alguna noticia nos haga ver que se trata de un proceso industrializado de producción que entiende a las personas mayores como objetos de consumo. Un medio para obtener ganancias. En algunos casos para obtención de riqueza de inversores. De ahí, el discurso intencionado para que se limite la respuesta pública para cubrir las necesidades de las personas mayores argumentando que es un gasto inasumible que debe ser coparticipado por la iniciativa privada. Sin que haya un análisis detenido, y en una huida hacia delante de la situación, en España se ha incrementado el 2% en 2021, 7.766 plazas residenciales faltando aún 35.000 plazas para atender la demanda de personas en dependencia severa o grandes dependientes. En el caso andaluz para llegar a cinco plazas por cada 100 personas mayores faltan 31.465 plazas. De las existentes el 65,9 euros son de financiación pública. El estado de bienestar pretendía implementar sistemas de protección social universales a la población y se está quedando en un conflicto sistémico recurrente, de enfrentamiento político, en lugar de rescatar y rehumanizar el acuerdo social que configuró el nuevo pacto social democrático resultado del consenso de la ciudadanía. Las democracias tras la II Guerra Mundial prometían el progreso en sus políticas sociales, no sin palos en las ruedas cada vez que han buscado límites a los abusos y equilibrios que permitían el ascenso social. Para Bauman: “El progreso fue un ir en pos de las utopías, en lugar de su realización”. Una liebre mecánica cuyo fin es que el galgo no la alcance. No queda más que insistir. La insistencia es resistencia.

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