Sobre la Ley Trans

25 oct 2022 / 17:31 H.
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No es la ley más importante de esta legislatura, ni por el alcance político ni por el número de personas a las que va dirigida, sin embargo, la denominada “ley trans” es una de las leyes que más ruido mediático está generando. Sería imposible en este breve artículo poder explicar el fondo y los argumentos esgrimidos por diferentes corrientes del feminismo, pero no me resisto a exponer a los lectores mi opinión en un supuesto conflicto que podría haberse evitado. En primer lugar, creo que leyes sociales de esta naturaleza deben partir de debates sólidos y profundos de los colectivos a los que van dirigidas, de los profesionales implicados, de personas expertas, etcétera. Solo desde un debate profundo y sin pasiones se puede conseguir avanzar. Así se elaboró la ley integral de violencia de género o la ley de igualdad efectiva de mujeres y hombres. Con grupos de personas expertas, tercer sector, mucho análisis sociológico, comparecencias parlamentarias, etc. Cuanto más debate constructivo, más aciertos y más solidez tiene una norma. La ley para la igualdad real y efectiva para las personas trans, debería haber contado con ese amplio debate desde el inicio. Y sobre todo con una discusión interna entre todos los miembros del gobierno con competencias en el asunto. La madurez democrática de gobiernos de coalición nos tendría que llevar a tomar decisiones si no consensuadas, al menos respetadas cuando el objetivo político es compartido.

Durante los últimos meses, las declaraciones enfrentadas entre determinados grupos de mujeres feministas, ha generado un gran desconcierto a toda la ciudadanía, aparte del desprestigio del propio movimiento feminista. Se ha mezclado de manera intencionada probablemente el debate filosófico y académico con el debate político. Hay una mayoría social y un consenso internacional que considera que hay que elevar los estándares de respeto y protección de los derechos de las personas Lgtbi. La evidente discriminación que sufre el colectivo se traduce en una desventaja social en todos los ámbitos. También es una realidad que ha habido un cambio en la posición de la OMS, en cuanto a la consideración de la transexualidad, que no es consideras ya una enfermedad. Además, hay varias sentencias que definen el alcance de los derechos de las personas trans al cambio registral de sexo, incluidas las personas menores de 18 años. Reconozco que la ley en cuestión podría ser más ligera y directa y evitar tantos enunciados difíciles de cumplir. También son discutibles algunas definiciones, el marco de edad y el proceso para cumplir con lo establecido en la jurisprudencia con relación al cambio registral. Pero no me parece difícil llegar a un acuerdo que resuelva el problema actual, sin generar incertidumbre e inseguridad jurídica. Lo que no ayuda en todo este debate es la demagogia, los dogmatismos y los grandes enunciados, como decir que con esta ley las mujeres desaparecemos de la tierra. El movimiento feminista es diverso, como lo demuestra el auge de las manifestaciones mundiales de los últimos años. La nueva ola del feminismo ha incorporado a la agenda junto a los problemas heredados de un modelo social patriarcal, la sexualidad y las políticas identitarias. Las diferencias y las brechas entre diferentes sectores del feminismo vuelven a abrirse como en otros momentos históricos. Pero ante los desafíos del siglo XXI, se requiere de un feminismo integrador capaz de dar respuesta a las brechas de género que crea la transformación digital, la economía del conocimiento, o el reto demográfico y los cuidados.

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