Sobre infortunios presentes

    05 feb 2017 / 10:54 H.

    Han sido los precedentes días absolutamente conturbadores para el más templado de los ciudadanos: El feroz capitalismo de Endesa, con sus distintas denominaciones, como una satrapía que no sólo explota sino que engaña a los más menesterosos. Y, en la línea de la precariedad, los datos que marca el desempleo, en Jaén; son calamitosos: 30%, de paro solo por encima de Cádiz y Badajoz, si no fuera por que el tema es más dramático que el fútbol que también lo es, diría que estamos en puestos de descenso hacia la división de extrema pobreza. No obstante, los titulares más impactantes no son domésticos; se refieren a un personaje siniestro que, personalmente, me amedrenta y que, digámoslo claro, tiene acojonado a medio mundo: Trump. El infortunio del justo en que consiste el Libro de Job, además de ser paradigma de la poesía y literatura hebrea, constituye un relato de terribles presagios para quienes, años después, sin conseguir ser justos, se esfuerzan por vivir en un mundo más solidario y justo, en el que se hallen presentes los derechos de la persona que tanta sangre y tiempo tardaron en conseguirse. Como es obvio, Trump no es el paciente y piadoso Job, sino el Satanás que reprocha a Dios, léase progreso, que la condición de justo le sobreviene porque Dios o el mísero dinero le ha bendecido. No pretendo simplificar ni cuestionar la legitimidad de los votos, pero qué puede penarse de quien manifiesta sin pudor que la tortura es útil, que humilla a su vecino México y a todo lo que tenga color hispano (¿Cuándo tendrá la decencia este Gobierno de públicamente defender a país tan solidario que acogió a la mayor parte de la cultura del exilio?), que adolece de islamofobia y deporta a documentados e indocumentados, que ridiculiza los movimientos ecológicos, que provoca una guerra comercial sin precedentes, que regresa a un nacionalismo de confrontación... no sé cuántas perlas más. Uno se pregunta, sin desde luego cuestionarla, cómo puede la democracia ofrecer frutos tan espurios como Trump. Volviendo al Libro de Job, acaso estemos situados en el tiempo ominoso de las pruebas a que nos somete Dios o la democracia. Como se dice en el libro de Job, “la vida del hombre sobre la tierra es una perpetua guerra y sus días son como los de un infeliz jornalero”. En puridad, Satanás que oficia de Trump, hizo tentaciones a Dios y este, en el AT lo consiente; pero en el NT no fue así, según el episodio del mal ladrón crucificado junto a Cristo. En todo caso, la democracia ha sufrido y ha vencido los embates de otros demonios, como Hitler. Así ocurre, finalmente, en la persona del Santo Job, frente a sus detractores que le llenan de oprobios y le acusan de haber sido causa de su infortunio. Ojalá se hiciese realidad la letra que cantara el genial Manuel Torre: “A la puerta de un rico avariento/ bajó Jesucristo y limosna pidió/ y en lugar de limosna/ los perros que había se los azuzó/ pero quiso Dios/ que al momento un rayo cayera que los acarbonizó/ y el rico avariento pobre se quedó”.