Siempre nos quedará...
Adoro la película “Carros de fuego”. Para mí expresa mejor que ningún otro film el espíritu del deporte y sus principios de esfuerzo, superación, camaradería...resumido en el lema del citius, altius, fortius de aquellas almas jóvenes con ilusión en el corazón y alas en los pies. La película recrea la epopeya de unos atletas británicos que compitieron en las Olimpiadas de París de 1924, hace justo cien años, y su lucha entre lo humano y lo divino. Como hemos cambiado cantarían los presuntos implicados viendo el ayer y hoy del olimpismo. Ahora el buen gusto y lo pretencioso no vienen de la mano de Freddie Mercury y la Caballé que capitanearon aquella Barcelona del 92 iluminando el mundo ese inolvidable verano. Ese mundo navega ahora por las turbias aguas del Sena entre la sorpresa de una ceremonia inicial que buscando lo transgresor e irreverente cayó en lo artístico para unos, lo herético para otros y lo hortera para mí, hecho aparte del caudal económico gastado en limpiar un rio que no da para nadar sino para vomitar hasta la náusea. Al tiempo volvemos al cansino incendio de las redes sociales que espero no llegue a quemar de nuevo Notre Dame porque si París bien vale una misa prefiero pensar que siempre nos quedará aquella Barcelona.