Segunda Restauración

21 abr 2022 / 16:00 H.
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La Restauración es un periodo de la historia de España entre 1874 y 1931, con el intervalo de la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930). En 1931 llegó felizmente la II República, de la que se han cumplido 91 desde su proclamación. Pero ya se sabe que los oligarcas del país no querían república y que, a las primeras de cambio, se aliaron con el ejército para sumarse al golpe de estado. El sistema conocido históricamente como Restauración borbónica, fundamentado en la Constitución de 1876 tras el fracaso “forzado” del Sexenio Democrático (1868-1874), se caracterizó por una cierta estabilidad institucional basada en la construcción de un Estado —que se tildaba a sí mismo como liberal, pero que en la práctica se mostraba sumamente conservador— surgido al calor de la revolución industrial, al menos en los núcleos urbanos, hasta su progresiva decadencia a partir de la crisis de 1917 y la dictadura de Primo de Rivera. Los tímidos esfuerzos de aquellos prohombres que quisieron realizar cambios profundos democráticos se vieron —cómo no— zancadilleados por el Poder con mayúsculas, que acabó sepultándolos entre las intrigas, las conspiraciones y las redes de la burocracia. No los pensemos como víctimas sino desde la comodidad de sus poltronas, coadyuvando para que aquel sistema aberrante se perpetuara. Evidentemente era otra época, con los anarquistas poniendo bombas, o como pistoleros, y con una explotación humana a todos los niveles que hoy no podríamos soportar. Sin ir más lejos, las mujeres no votaban. Se basó en los cuatro pilares ideados por su artífice, el político liberal-conservador Antonio Cánovas del Castillo: rey, cortes, constitución y “turno” (alternancia pacífica entre dos partidos). El “turnismo” facilitó el bipartidismo con dos grandes partidos, el Partido Conservador de Cánovas del Castillo (asesinado en 1897) y el Partido Liberal de Mateo Sagasta, que se fraccionaron a la muerte de sus líderes. Pero de liberal hubo bien poco en aquella España de la Restauración. Alfonso XIII permitió incluso una dictadura como la de Primo de Rivera, habiendo jurado la Constitución de 1876, seguramente también para tapar tanta corrupción propia como los libros de historia se han encargado de poner al descubierto. Y Cánovas del Castillo, por ejemplo, era contrario al sufragio universal, argumentando que era el paso inevitable hacia el socialismo. En aquella estructura oligárquica, reaccionaria y centralista, la Iglesia ganó dominio económico e ideológico, controlando la mayor parte de la educación, y social (constitucionalmente España se declaraba como Estado católico)... ¿Qué diferencias hay con esta España actual no confesional, cien años después? Pocas diferencias; muchas similitudes. Los intelectuales de entonces, ¿dónde estaban? Muchos metieron la cabeza bajo tierra para no ver lo que se cuece alrededor, y otros, al servicio del régimen, se afanaron por los lustrados pasillos de los palacios, los despachos y las instituciones con la conciencia sucia, enfangados pero amasando poder. Los menos protestaron, se rebelaron. Sin embargo, los intelectuales de ahora, ¿dónde están? Allá cada quien con su moral y responsabilidad individual. Estos días está de moda decir que es legal; pues eso, puede ser que lo sea, no digo que no, pero no mezclemos ética con legalidad. Hoy vivimos sin duda una Segunda Restauración.

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