Sanlúcar y Martinmorales

    04 sep 2022 / 16:00 H.
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    Con apenas horas de diferencia han partido hacia nuevos destinos la guitarra de Manolo Sanlúcar y el lápiz de Martinmorales. Ni el uno ni el otro se llamaban así, pero es con ese nombre con el que los mantendremos en ese alero en el que circulan en perfecto equilibrio lo que quisimos, lo que admiramos y lo que nos mantiene atados con firmes lazos a ese espacio superior en el que la vida tiene banda sonora y trazo incisivo. Cuántas tardes bajo el influjo de la guitarra de Manolo Sanlúcar quedan ahora huérfanas de su presencia, pero ancladas en el rasgueo de sus cuerdas. Cuánto sueño acariciado desde su infancia al amparo de Pepe Pinto o Pepe Marchena sin olvidar a la simpar Paquera de Jerez. Su investigación sobre la guitarra flamenca y su incursión en lo que se denominaba “música ligera” fueron marcando ese camino que nos dejó sonidos como “Caballo negro”, los sentidos homenajes a Miguel Hernández o García Lorca en los que su música nos vino acompañada de la voz de nuestra Carmen Linares o la llamada “ópera flamenca” con El Lebrijano o Rocío Jurado. La guitarra de Manolo Sanlúcar sigue ahí. En su obra, como él mismo afirmó se “plasma el alma poética de aquellas cosas que tienen un brillo especial en mi memoria y (...) de la música que está inscrita en la naturaleza que me rodea”. Toda una declaración de intenciones ya que se definía como “un mensajero” cuya guitarra estaba al servicio de su público como instrumento para trasladar su música. Tampoco fueron pocas las ocasiones en que escudriñar la actualidad política de la mano de Martinmorales fue una de mis aficiones. Primero en Interviú, lo reconozco, y después en Por Favor y en El Jueves. En Interviú recuerdo sus viñetas cuando el suplemento Sal y pimienta era un encarte de la revista y posteriormente se independizó como publicación del Grupo Z. La maestría de Martinmorales para sintetizar en una viñeta ese punto crítico, satírico y mordaz de la actualidad era superlativa. La mirada de sus personajes, con esos ojos enormes característicos, nos sumergía en un universo paralelo en el que todo era posible, incluyendo a un Lorca que, en una oficina de objetos perdidos, le devuelve a Franco las balas con las que lo asesinaron. Viñeta que, por supuesto, fue censurada en su momento ante lo que el autor afirmó que “Nunca considero ofensivos mis dibujos porque son críticos y yo entiendo el humor como el reflejo de la realidad social”. Ese era su principal lema. Ahora Francisco y Manuel, Martinmorales y Sanlúcar, se unen en un camino en el que música y trazo se funden para recordarnos esa realidad que nos envuelve. El uno con las notas de su guitarra. El otro con el trazo crítico de su lápiz. Descansad en Paz.



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