Rosas, incienso y velas...
Te vi llegar cuando la mañana había conquistado casi el mediodía, mi corazón se unía a tu Presencia, se elevaba y abajaba en medio de las calles.
La música transmitía emociones, recuerdos y plegarias. Me hablaba de Ti, en un espacio donde el calor marcaba con su huella el itinerario que recorrías, mientras el tiempo se dejaba llevar entre las alas de un vuelo ligero.
Al compás de tus pasos iban los míos, en la sonoras calles dibujadas y ornadas donde los pies de tus anderos deshojaban el romero y la hierbabuena, la paja, la enredadera y la verde hiedra.
Cuántos recuerdos vinieron a mí en aquel momento, cuando las calles se alfombraban con juncos, la juncia dejaba su esencia entre las pisadas y el pueblo se aromaba a tu paso. El incienso volcaba su tarro de perfume para Ti. Y para Ti las rosas, nuestra ofrenda al Señor de los señores, que enhiestas rezaban oraciones y se dejaban envolver por el aroma blanco de sus pétalos suaves.
Para Ti el cantar de los cantares de tu Pueblo, la melodía entonada en los labios, el susurro de una mañana diferente.
A tu paso mil versos se dejaron instalar en mi alma, la rima despertó de repente, de la fuente que mana tu Presencia. Esa que fluye levemente y que nunca se agota. La que ampara y consuela, la que da fuerzas en la adversidad y es descanso y sosiego en las horas amargas.
La poesía volvía a sorprenderme, a envolverme en ese espacio azul donde fluyen las palabras y se forman las estrofas sin apenas esfuerzo.
Un palpitar de velas encendían la cera que resbalaba como ríos diminutos, lágrimas de alegría para una mañana en la que los latidos sonoros permanecían ocultos en las almas.
La luz para la Luz, el verso declamado en la profundidad de los sentidos, donde poder advertir la clara existencia, el ritmo armónico de una melodía siempre nueva, en compases antiguos donde las palabras cantan una realidad, un legado que el tiempo no ha perdido y en unidad poder expresar la fe que se hace viva.
La luz en su silente voz anuncia tu Presencia y las campanitas de tu paso invitan a detenerse y a contemplar el Amor en una pequeña porción de pan.
Y pasó la brisa... y llegó la calma... y allí pude adorarte entre las rosas blancas...