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    15 abr 2023 / 09:00 H.
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    Hace unos días estaba de tapeo con los padres de la pequeña Lola, compañera de cuatro años de mi hijo. En un momento dado llegó una familia llevando en silla de ruedas a un joven con parálisis cerebral, el cual entre desmedidos aspavientos daba grandes voces ininteligibles. Los pequeños empezaron a retroceder asustados, mientras muchos mayores miraban a los recién llegados con miradas de compleja interpretación. Cristina, la mamá de Lola, cogió a los cuatro pequeños, los acercó a la silla, y con inmensa dulzura les explicó, preguntando a los padres del joven su nombre, que Pedro (nombre ficticio) no sabía hablar bien, y además tenía una enorme dificultad para controlar el volumen de su voz, pero que aunque no lo entendieran, le saludaran. El nivel de ansiedad del joven desapareció mágicamente, la mirada de sus padres se transformó en una de enorme agradecimiento, la de los pequeños en una asimilación perfecta de la diversidad, y la de mi mujer y la mía en admiración. A los pequeños, y a los mayores, nos dio una lección práctica de inclusión, de amor, de falta de prejuicios, y de cómo educar desde pequeñitos. “Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera” (Einstein).

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