Redobles del cielo

03 dic 2019 / 09:14 H.
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Todas las maravillas del mundo las ofrece la cercana sencillez de la naturaleza. Tal vez porque sea verdad que la grandeza está en la sencillez pura, sin adornos ni parafernalias artificiales: Bellezas puras, limpias, sin maquillar. Maravillas tan sorprendentes como la de un niño de dos años que toca un instrumento tan sencillo como un tambor y que consigue algo tan grande como que quien le escuche se funda entre la sonrisa y la lágrima, la admiración y la incredulidad, al contemplar el temple, el candor y la ternura con que un niño te abre de par en par las puertas del corazón con la simple sencillez de arrancarle al tambor unos redobles del cielo. Ni el mismísimo Raphael imprimió tan profunda emoción a su “tamborilero”. Hugo Molina, un niño onubense de dos años de edad, es desde hace unos días la sensación más emocional de nuestro país, tras su exitosa participación en la quinta edición de “Got Talent”, en la que ha sido el primer concursante en clasificarse para la gran final con pase de oro. Un niño que no sabe decir poco más que su nombre y que “toca bien el tambor” y que deja boquiabiertos a millones de telespectadores hablando con los palillos sobre su tambor. El pequeño Hugo sorprendió y conquistó en su primera aparición pero, en la gala de semifinales, verlo aparecer caminando uniformado. enhiesto, seguro, por el escenario, entre las varias decenas de músicos componentes de la Agrupación Musical Ciudad de Móstoles, perfectamente uniformados y cuadrados, sin inmutarse y colocarse ante el tambor sin que la sala repleta de público, ni las cámaras, le distrajesen ni apartasen ni su mirada ni su mente de lo que tenía que hacer, causó una enorme sensación. Y cuando empezaban a escucharse las primeras notas fervorosas de una marcha procesional a las que Hugo ponía el acento de un redoble de tambor seguro, predominante, limpio, marcando la esencia de la música de pasión, el espectador ya no sabe qué hacer, si gritarle vivas, si aplaudirle, si emocionarse y llorar. El momento es tan fantástico, hermoso e inesperado, que me parece que quien le escucha termina por vitorearle, aplaudirle, emocionarse y llorar. Nunca había visto algo tan grande y bello nacido de una criatura tan sencilla. El pequeño Hugo es una bendición y ardo en deseos de poder volver a escuchar sus redobles del cielo en la gran final.

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