Reconstruir el alma

El mar ya avisó de que algo no iba bien, los peces se desplazaron a otra zona y la Tierra comenzó a rugir. Ahora, en medio de la desolación, parece que Dios no existe. No vemos nada que nos dé aliento; no tenemos ni casa, ni trabajo ni una fotografía de nuestros hijos, es como si la lava se hubiera tragado sin piedad todos los recuerdos y, además, se ha “comido” el colegio de los más pequeños. Llevamos días durmiendo en nuestros coches porque no podemos abandonar ni el ganado ni las plantaciones: han sido sustento y cómo dejar a nuestros perros. Por favor, solo les pedimos una cosa: no nos abandonen, no se olviden de nosotros, ayúdennos”. Hoy no les hablo yo, pongo voz a algunos trágicos testimonios de los muchos habitantes de La Palma que han visto, impotentes y con el corazón encogido, cómo, a cámara lenta, ha ido desapareciendo toda una vida de esfuerzo. Afortunadamente, otra enorme erupción de solidaridad les hace recobrar la dignidad ante tanto dolor y escalofrío en una isla coloreada por el gris. Pensemos en esa “Casita Milagro” que se ha salvado de ser engullida por la furia del volcán como símbolo de esperanza y que el tiempo les ayude a reconstruir sus almas.