Quid
pro quo

    29 oct 2021 / 16:20 H.
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    En latín, el uso original de “quid pro quo” hacía referencia a una equivocación: tomar una cosa por otra, entender una cosa por otra, confundir una persona con otra. Pero quien utiliza esta expresión realmente querría usar esta otra frase latina “do ut des”, te doy para que me des. El guionista de la película “El silencio de los corderos” confunde el sentido de la frase y la utiliza como intercambio de información. Nada hay peor que popularizar un error. La comedia, muy astuta a la hora de sacar partido de los malentendidos, aprovecha, desde siempre, muchas situaciones “quid pro quo” para construir sus argumentos disparatados: personajes que son confundidos o palabras que al cambiarse adquieren otro sentido. Decía el poeta Rilke que las cosas no son tan comprensibles ni tan formulables como se nos quiere hacer creer casi siempre; por eso existe el juego del lenguaje y de las equivocaciones, como comedió Shakespeare. Pensar de forma esencialista, que las cosas y los acontecimientos llevan implícitos sus conceptos y sus palabras es pensar dogmáticamente, impidiendo ese juego que desde la antigüedad se llama comedia. El dogmatismo impide la intervención de la imaginación, de la fantasía y de la inteligencia




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