Que llueva, que llueva...

Corría el año 1726, cuando el pequeño municipio castellonense de Altura sufría una enorme sequía, que ponía en peligro las cosechas. Desesperados ante tal situación, los labradores del lugar fueron a rezar a la Virgen de la Cueva ubicada en una capilla que alberga la llamada Cueva Santa; tantos y con tanta fe fueron los rezos que al día siguiente llovió en abundancia. Este retazo de historia convertido en canción infantil: “Que llueva, que llueva la Virgen de la Cueva” la traigo a colación por las enormes lluvias caídas en estos días y las que están por venir, que se ve que alguien, o todos hemos rezado por ese oro que cae del cielo. La sequía no es que esté controlada, pero algo se han recuperado nuestros campos y nuestros pantanos. También es cierto que a pesar de la necesidad de lluvia, esta debería caer con menos virulencia para no
causar tantos daños como ha causado, ni caer como barro con la calima que también hemos sufrido. A pesar de eso, en mi opinión, todo es perdonable porque los daños materiales se recuperan, pero sin agua la vida se extingue. Ojalá que las próximas lluvias caigan en abundancia pero con calma, y yo aunque sea con botas katiuskas me quedo en mi barrio.