Púgiles a sus rincones

07 sep 2019 / 11:33 H.

Están remisos, pero en el fondo se buscan y se esperan. Como quienes tras el paréntesis veraniego retoman la relación porque intuyen el frío que vendrá. Andamos sin Gobierno y los escarceos finales de estos días dejan el campo abierto a quizá un acuerdo de mínimos (premio de consolación de la tómbola) para salvar el entuerto o la compra de nuevos boletos para otras elecciones, con el coste político que puedan tener y sin saber si la buenaventura será condescendiente o no. Así las cosas, el presidente en “stand by”, Pedro Sánchez, ensaya aquello de los puestos de rifa en la feria: “Seeecretario proceda a poner en marcha la convocatoria de elecciones... prueben su suerte”.

Mientras tanto, en el puesto de los vinos dulces y barquillos, en un cortejo que se alarga más de lo natural, aguarda un contrariado Pablo Iglesias —tremenda matraca veraniega, a lo Georgie Dann, con sus 120 folios de propuestas—. Están en una suerte de espera infinita, como si fueran los protagonistas de “Tus pasos en la escalera” de Muñoz Molina. Lisboa y sus ritmos no son los de Madrid en septiembre, y aunque Sánchez pudiera ser Bruno, el personaje del escritor ubetense, tampoco tenemos la certeza de que como aquel esté preparando la nueva casa para que la pareja retome la relación. De hecho, aprovecharía el retiro en Doñana para armar las 370 medidas para gobernar. Será este un nuevo lenguaje amoroso —el de susurrar cifras al oído— con el que se alcance el clímax político. El punto G del pacto democrático. Arrumacos numéricos mientras halcones merodean los cielos de Moncloa, aunque en principio solo se trata de acabar con las palomas, tan promiscuas como mensajeras.

Este es el tono pastel que imperaba en el relato, todo muy pimpinesco, hasta que Iglesias apostó por darle un calado épico que, francamente, uno no percibe ni de lejos. En un mensaje tuitero solo para iniciados escribió: “Alí Buyamé o el arte de la santa paciencia”. Adjuntando un vídeo con la mítica pelea que enfrentó a Muhammad Alí con George Foreman en uno de los combates más famosos de la historia del boxeo que incluso vía Twitter destila testosterona. “El combate en la selva” lo acabó ganando Alí en el noveno asalto y habrá que entender el paralelismo de quien espera su oportunidad, aquello de que la fruta madure, para dar el golpe definitivo. Sin ánimo de elucubrar más de la cuenta, sueña el líder de Unidas Podemos con una nueva convocatoria electoral en la que poder ajustar cuentas ante un enemigo que lo apartó del ring en menos que canta un gallo. Solo pensando en un noviembre electoral cabe hacer tan mítica comparación. De esta forma, y elucubrando ya a las bravas, Iglesias se ve enfundado en el ajustado traje amarillo de Uma Thurman en Kill Bill y espera su oportunidad para dar aquel toque de la muerte al que fuera su maestro. Haciendo bueno el proverbio samurai y bizarro de que la venganza es un plato que se sirve mejor frío.

Albert Rivera pretendía una vuelta al cole más tranquila, pero tiene revuelto un patio que dejó lleno de cuentas pendientes por aquello de la estrategia de aliarse con el PP y negar el pan y la sal a los socialistas que están al otro lado del río. El centro, como la ropa de abrigo, para la siguiente temporada. Anda el líder de Ciudadanos como el personaje de Stefan Zweig obsesionado con cada movimiento de este ajedrez político. Decía aquel recluso y jugador a la fuerza, que querer jugar contra uno mismo representa en definitiva una paradoja tan grande en ajedrez como querer saltar sobre la propia sombra. Pues así anda el dalai naranja obligado a salir a la palestra para criticar a los últimos que abandonaron el barco por tan notorio cambio de rumbo. El cuarto en discordia, Pablo Casado, regresaba a la palestra con lo que creía que era una fórmula magistral, con patente Faes, con aquello de España Suma, pero no hay fuegos artificiales si los cortejados no están por la labor de subir juntos a la noria. Será cuestión de musitarles números.