Por los 27 grados

25 ago 2022 / 16:00 H.
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Este pasado mes de julio, tórrido hasta el extremo, batió todos los récords y registros, que tampoco son tantos, pues se empezó a medir la temperatura alrededor de los años 60 del siglo pasado. Que conste: en la historia del planeta es como si fuera una pizca de nada. Muy insignificante. En cualquier caso, no voy a esgrimir yo una postura negacionista, siendo un hecho evidente, sobre todo por los casquetes polares y los inviernos, que cada vez son más cálidos. ¿A dónde vamos a parar? Quién lo sabe. Aunque la aceleración del cambio climático discurre paralela a la aceleración de la historia, y todo se precipita de manera desordenada en las últimas décadas, es posible que nosotros no lo veamos directamente, y que corresponda a nuestros nietos, que sufrirán los efectos devastadores de una vida sin capa de ozono. Ahora que el verano comienza a declinar, el aire acondicionado es menos necesario. Las medidas del gobierno, que ya serán para el próximo verano, no están tan mal como la oposición se ha apresurado a desacreditar. En cualquier local, 27 grados es una temperatura óptima. Habría que pararse un segundo a pensarlo, y no se trata de partidismo. En regiones muy calurosas, de calores asfixiantes, entrar a una sala y que haya 15 grados es lo habitual. Habitual es, por consiguiente, que acabes enfriándote de mala manera, porque entras sudando y es como si te metieras en un congelador directamente. Malo para la salud y malo para el clima. Muy malo, resumiendo. Pero parece ser que, desde que se inventó el aire acondicionado, tenerlo al máximo es un signo de abundancia y felicidad, cuando debería ser todo lo contrario. Como en los aviones o en otro tipo de transportes públicos, que hay que llevarse una chaqueta de invierno riguroso para no enfermar durante el trayecto, ¿es eso lógico en algún punto? Por eso vengo a sumarme a las medidas propuestas por la Unión Europea para reducir el número de grados en espacios públicos. Ojo, que no lo plantea por el clima, sino por el ahorro de energía y, bueno, ya de paso el clima. Así vamos... Pero sea como sea, no podemos dejar de aplaudir estas leyes y resoluciones, y apoyarlas, porque es sensato en estos tiempos que corren, y porque hay un abuso innecesario, con fríos extremos en locales públicos, con tal de aparentar opulencia y bienestar, aunque es bien al contrario, como estamos hartos de ver y sufrir. Quejarse o reclamar es absurdo, y necesitamos indefectiblemente bajar la temperatura de estos debates y confrontaciones. Hay aspectos que van más allá de argumentos partidistas, electoralistas o de oposición. Hay asuntos en los que necesitamos acuerdos. En España, es verdad, no hay tradición de pactos, pero tenemos que mirar a Europa, y no a Marruecos, para fijarnos en la estela liberal recibida, y a la que bien que mal nos hemos enganchado. En ese sentido, derechas y izquierdas, los partidos con responsabilidades, tienen una tarea pendiente en nuestra joven democracia, y es adoptar pactos de Estado para problemáticas y temas que van más allá del poder o la política, razones intocables gobierne quien gobierne, y que sean auténticos pilares del país. Pongamos por caso una ley de educación. Y ahora sin duda el clima, la temperatura, el ahorro energético. Lo demás es populismo, porque estamos hablando de algo muy importante y delicado que no se debería ni cuestionar.

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