Por el Cervantes y la memoria

26 mar 2023 / 09:00 H.
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No hay duda de que en la actualidad los movimientos sociales se proyectan como principios pedagógicos que sobrepasan las tradicionales instancias formales de la educación para introducir otros espacios de formación ligados a las prácticas políticas rutinarias más habituales en nuestra vida cotidiana. Esto nos lleva a entender la educación como un hecho social que nos orienta hacia un saber que tiene como objeto de estudio la acción educativa y que no es otro que la pedagogía. La educación desempeña un papel crucial en nuestras creencias políticas, sociales, religiosas, etc. Paolo Freire, pedagogo brasileño, decía que no debemos olvidar una verdad tan evidente como que todo acto educativo tiene una naturaleza política al igual que todo acto político posee una naturaleza educativa. Estamos ante un año electoral por excelencia y sabemos que toda elección es siempre un intento o una apuesta por articular de una determinada manera la opción/acción elegida por el sujeto con el mundo que lo envuelve y en el que se desenvuelve. La pedagogía trata de acompañar, ayudar a las personas y comunidades ofreciendo herramientas para que a la hora de dar su voto tengan más información y tomen decisiones conscientes. Es una pedagogía de la vida y para la vida. A la pedagogía no le interesa la elección en sí misma ni por sí misma; lo que les interesa es todo lo que la precede y lo que la sucede. Tenemos que aprender a elegir entre diferentes opciones y después actuar conforme a lo que hemos elegido. Es allí donde realmente puede influir y actuar para que el sujeto, individual o colectivo, decida intervenir sobre sí mismo, procure modificarse a sí mismo y aspire a transformar la sociedad en la que vive. Votar es fácil, basta con introducir una papeleta en un sobre y depositarlo, lo difícil es tomar la decisión acertada. Sabemos que, aunque la abstención ha sido predominante en muchas de nuestras elecciones, lo que más llama la atención es el enorme desconocimiento frente a por qué, por quién y para qué votamos. El voto forma parte esencial de los sistemas de organización democrática, es un ejercicio de participación ciudadana donde se reafirma el compromiso con la democracia. Es por ello que la pedagogía de la elección construye el presente mirando al futuro, pero sin olvidar el pasado. Los medios de comunicación antes, durante y después de las campañas electorales se presentan como actores políticos que inciden en la toma de decisiones individuales y colectivas a través de sus publicaciones. Su responsabilidad se basa en la equidad de la información, la diversidad de voces y la veracidad de los hechos. Igualmente, las campañas electorales para las elecciones se convierten en un escenario adecuado para cristalizar la comunicación política. Es el momento de mayor conexión entre ciudadanía, políticos y medios de comunicación. Cuando el relacionamiento va de los medios a la ciudadanía, estos asumen un rol pedagógico, porque mediante la información explican el mensaje político. Pero desgraciadamente existe un problema, generado por el desconocimiento, que no nos permite elegir de manera adecuada. El vacío que deja el desconocimiento se suele llenar con emocionalidad y sabemos que las emociones juegan un papel determinante en todo ejercicio político. El problema no es que sean votos movidos por la emoción, sino que sean votos solo por la emoción, pero desinformados. La emocionalidad que mueve la política es peligrosa si no está acompañada de educación. Hay muchos estadios de comprensión para poder entender qué implica un voto. Esto se puede y debería enseñar de forma creativa desde la primera infancia y a lo largo de nuestra vida, no solo cuando tenemos edad para votar. Hacer pedagogía sin demagogia es la clave para seguir reforzando la democracia desde la participación.

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