Personas, no números

Nacemos y ya somos parte de una estadística. Solo nos falta que nos pongan un sello en el culete, como se yerran a los caballos o a los toros en las dehesas. Soy tozudo, y me mantengo en mis trece, una forma de ser invariable contra viento, marea, frío o calor. Siempre he sido, y lo seguiré siendo, de letras, no de números, porque estos me aburren sobremanera. El número, es frío, calculador, por lo tanto, de humano tiene lo que yo de escritor afamado. La estadística no deja de ser una correlación de números, que entran dentro de lo mercantil crematístico, dos conceptos alejados de la humildad, si tenemos en cuenta el dicho tanto tienes, tanto vales. Me da rabia oír la cifra de tantos fallecidos por el coronavirus, si esos desgraciados números se contasen por personas me conformaría, aunque no me conformo con que tanto humano se haya ido en contra de su santa voluntad al otro barrio, ese lugar silencioso donde yacen nuestros seres queridos. Sí, lo mantengo a raya. Los que se fueron no son fríos números, sino personas de cuerpo y alma. Volviendo al origen primordial de esta mirilla, un recuento de víctimas, que no de número, muchas evitables si los Estados no hubiesen pensado más en ir a Marte, olvidando que en esta Tierra hay personas que quieren vivir como tales y no ser un frío número.