Otro último adiós

    12 mar 2023 / 16:00 H.
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    Me cupo la honra o tal vez el necio atrevimiento de intentar penetrar en el alma de toda una generación de personajes que integraban el Jaén de los años 70 del siglo pasado, acaso con el oculto propósito de entender yo mismo esta ciudad, cuyo mito dragón es un lagarto y a sus hijas recluye en un harén. José Antonio Martínez Plaza se nos acaba de ir, y aparte de ser mi amigo, era un singularísimo personaje de tal horizonte. Coloquialmente, lo calificábamos de “loco”, pero quien interprete en tal atribución un sesgo de desdén, un eco de menosprecio o cualquier equivalencia con la literalidad del calificativo, se equivoca profunda e injustamente. José Antonio era en ocasiones indescifrable y pudiera ser que ante la imposibilidad de no entenderlo en infinidad de ocasiones, proyectáramos nuestra propia locura. Hablo, como es obvio, desde mi experiencia, no he conocido a nadie como él, tan esencialmente cuerdo, tan exquisitamente tierno, tan solidario, aunque confieso que en trance de penetrar en sus adentros, tenía que ampararme en lo críptico (es decir, mi propia limitación o locura) “Ginebra: silogismo con tres hielos” en todo caso resulta obligada la cita de Edgar Alan Poe: “la ciencia no nos han enseñado aun si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia”. Se nos ha ido otro representante de aquella generación, Manuel Nieto, Carmela González, José Barranco, Ángel García, José Solí, Fernando y Manuel Pérez Mesa, Pepe Cruz, Pepe Polluelas, y un largo etcétera. Y ahora tú: descansa en paz, amigo mío.

    A José Antonio Martínez Plaza (del libro “Arco del Consuelo”):

    Loco cuerdo peor que loco entero.

    ¿Su gracia terminal? Esta demencia.

    Terno y corbata, al día; la aquiescencia

    de un yuppy gavilán, frío y certero.

    Sin mordaza, a la noche, manijero

    de todas las tabernas, pura ciencia

    de absurdos y esa cándida renuencia,

    al hechizo negar y al hechicero.

    (¿Por qué toco un dolor, lágrimas toco

    En tal discurso, acaso simulado?)

    Ginebra: silogismo con tres hielos;

    destierro, en la mayor, de lo ajuiciado;

    en la menor, sus hígados al cielo.

    Ergo está loco, loco, loco, loco...

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