Otro milagro

Volvimos a sentir, a saborear y a oler una primavera recién estrenada: volvimos a salir a nuestras calles. Sentimos ese pellizquito en el alma que nos conmovió y se hizo lágrima, esas miradas clavadas en alguna imagen, suplicantes de algún pequeño o gran favor en forma de lluvia o agradeciendo a la vida mientras la música se convertía en la mejor banda sonora. Nos hicimos niños al contestarles a sus porqués o al sentarnos cansados en un escalón esperando el paso del trono. Saboreamos el placer de una torrija, de un rosco de sartén o de un bacalao “encebollao” y compartimos sonrisas entre amigos o familiares con el buen hacer de los taberneros (palabra bonita donde las haya). Nos embriagó el olor a incienso junto al de retamas, rosas, claveles, orquídeas, tulipanes, alhelíes o jacintos. Y, ahora, con todas esas sensaciones aún acumuladas, comenzamos a oler el papel de los libros anunciando que abril es literatura, es regalo envuelto en letras; olemos a azahar, a jazmín y a geranio entre volantes de flamenca y copas de manzanilla y, así, casi sin darnos cuenta, como dijo Machado, nuestro corazón ha esperado, mirando hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera.