Otro año para vivir

    02 ene 2022 / 16:18 H.
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    En teoría, comenzar un año nuevo, o al menos así nos empecinamos en desearlo, debería ser como abrir una ventana para contemplar ese paisaje idílico que todos quisiéramos tener ante la mirada. De hecho, todos, o casi todos nos deseamos un feliz año con más o menos convencimiento, mucha fe ciega, y siempre con la esperanza de que en general y en particular todo vaya a mejor. Pero, a poco que escarbemos en nuestro fuero interno o en el foro social, se nos caen los palos del sombrajo. Seamos sinceros, aunque en el intento lastimemos alguna de nuestras neuronas o tengamos que reconocer el peso de unas pocas lágrimas. Al poco tiempo de inaugurado el año arrastraremos las inmundicias y pesares que teníamos en años pretéritos, lo de siempre, lo que sabíamos, aquello que parece inmutable y perenne. Se conocerán mujeres muertas por hombres de amores muertos, continuarán los fanatismos tristes y obtusos, y el terrorismo psicopático, ahí estarán las guerras que conforman nuestro ADN, continuarán, como es de esperar, los incendios para pobres con calor pobre y las muertes a sangre fría para los destechados y los desterrados. Una vez superada con éxito la bondad navideña, profiláctica y expansiva, volveremos a arrimar el ascua a nuestra sardina. Los anuncios de perfumes con mensaje susurrante darán paso a los catecismos de las dietas, a los gimnasios purgatorios, a los sermones de los monarcas de la salud que condenaran nuestros excesos báquicos y pantagruélicos, mientras tanto seguiremos surfeando las olas del proceloso covid. Todo seguirá en su sitio, como Dios sugiere, y así iremos adornando la vida. No obstante algo parece que va a cambiar, no hay que ser fatalistas en extremo; por ejemplo Jaén va a enriquecer su patrimonio cultural con nuevas leyendas urbanas: “el tranvía fantasma”, el “AVE fénix” y “el puerto de mar que se secó”. Y a nivel general se vaticina que habrá algunas incorporaciones al famoso elenco de los nuevos bandoleros sin denominación de origen, aquellos que se emboscan en paraísos fiscales, lejos de Sierra Morena, sin romances ni trabuco, pero con traje, título y tarjetas. También se prevé que el idiotismo se hará viral, y en consecuencia cuanto más tonticos más tranquilicos. En lo personal, les participó, aunque no les interese, me dejaré las filigranas y las bolas en el árbol de navidad, al menos allí servirán de adorno. Y ahora que he procurado infundirles todo el entusiasmo de que soy capaz de transmitir, me gustaría que se tomarán unas risas de corazón y a nuestra salud; el único método que conozco para combatir los ruidos tristes que más de una vez nos procura la vida. En consecuencia seamos justos con nosotros mismos porque ya sabemos que la justicia nunca será igual para todos. Que tengan ustedes un buen año, nunca peor.

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