Otra ronda, pero de cerveza

25 nov 2017 / 09:32 H.

E n el cine cuando se quiere crear una atmósfera asfixiante se recurre a una música envolvente que nos mantiene aferrados a la butaca. A veces no hace falta ni tan siquiera un “in crescendo” para percatarnos de que el susto viene de camino. Con hacha o sin ella, se nos eriza el lomo porque se masca la tragedia. Pero los creadores de bandas sonoras avezados utilizan una argucia que es, incluso, más sibilina. El efecto Shepard es una ilusión acústica que te hace tener la sensación de un sonido sin fin, creciente en frecuencia. Una escala infinita que te agarra del estómago y ya no te suelta. Las notas son las mismas, pero nuestro cerebro las interpreta con paulatina intensidad.

Algunos jiennenses perciben que la partitura política que se les brinda tiene notas recurrentes que cambian de intensidad según el calor político del momento o el intérprete de turno. El problema es que ante tanta ilusión narrativa se pueda perder, incluso, el interés. Así es fácil de entender que anuncios como el desbloqueo del tranvía o la presunta inauguración del Museo Ibero se queden en una nebulosa ciudadana, como si nos hablaran de los problemas de la ciudad-bloque-estado de Whittier en Alaska. Somos fervorosos creyentes de Santo Tomás y hasta que no lo vemos y palpamos no nos creemos de la misa la mitad. Dudamos, la fe la perdimos en un cruce de caminos. Con cierta distancia, temporal y física, anunció el consejero de Cultura, Miguel Ángel Vázquez, que el Museo Ibero se abrirá el próximo 11 de diciembre. Una declaración de este tipo debería llenar de júbilo a toda una parroquia, pero no es el caso. Los feligreses andamos descarriados.

De igual modo, el anuncio del señor Lobo, Juan Marín, con los pelos y señales del plan para poner en marcha el tranvía tampoco fue suficientemente valorado. Quizá para concitar nuestra atención se necesite, de ahora en adelante, un solo de batería previo. El líder de Ciudadanos en Andalucía adelantó su particular “blackfriday” y también puso fecha, en los desayunos informativos de este periódico, a la apertura del Museo. El más sorprendido por el carácter divulgador del político sanluqueño fue el alcalde de Jaén, Javier Márquez.

Al regidor jiennense no le faltaron frentes en los que librar batalla esta semana. El más sonoro tiene que ver con el fuego amigo de Hacienda y, en concreto, de la intervención de las finanzas del Ayuntamiento de Madrid. Desde Podemos apuntaron a Cristóbal Montoro y al ajustar la mira telescópica vieron que Fernández de Moya, exalcalde de la capital más endeudada de España, ajustaba cuentas con el Ayuntamiento de Manuela Carmena, lo que levantó una polvareda de comparaciones. El secretario de Estado de Hacienda, el inquisidor mayor del reino —en creación de Francisco Reyes—, terminó la semana con una declaración de Inversión Territorial Integrada (ITI) para Linares y su comarca que acabó por calentarle, en apariencia, la cerveza del viernes al alcalde jiennense. En su mensaje en Twitter hasta alzó la voz: “EXIJO una inversión integrada para la Ciudad de Jaén y toda la provincia”. Finalmente, como anunció Fernández de Moya, el Gobierno central y la Junta de Andalucía acordaron delimitar la propuesta de solicitud a la ciudad de las Minas y alrededores. Así que el resto de la provincia y su capital se quedan mirando al suelo. Desde “Jaén, merece más” tachan de “sectaria y humillante” esta decisión que deja la cumbre de la Catedral con una mueca y a algunos de los políticos con los que se reunieron en estos meses con las posaderas al viento, es un decir. Como en la película Dunkerque, con su banda sonora asfixiante, estamos sitiados y no sabemos si podemos confiar en nuestros aliados.

Añoramos finales felices y por eso abrochamos este texto con la “prueba de amor hacia Jaén” del presidente de Heineken en España, Richard Weissend: “El grupo invertirá 6,4 millones en un nuevo tren de enlatado”. Por fin, un tren decente y cargado de cerveza.