Operación Triunfo

    13 abr 2025 / 09:33 H.
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    Apareció ante mi puerta en un fugaz remolino de viento. No olía a azufre ni a ninguna sustancia por el estilo y yo, recién levantado y en calzoncillos, le dejé pasar. Mientras ponía la cafetera en el fuego, con las palabras todavía formándose en mi cerebro, contemplé al personaje. Debo confesar que no me impresionó, por muy demonio que fuera. Se le veía inquieto, receloso, como un pretérito vendedor de enciclopedias inmerso en una mala racha. Me refrescó lo acordado por teléfono días atrás con uno de sus operadores con acento sudamericano. Me resumió el contrato que teníamos que otorgar: Mi alma a cambio del éxito, la fama y el dinero. Me preguntó si lo había entendido y me extendió el estilete con el que debía pincharme en el dedo para firmar con mi sangre. Objeté que prefería la firma electrónica, pero se mostró inflexible con la tradición. Me recordó que mi compromiso implicaba cuatro años de permanencia, aunque después cabía la portabilidad a otra empresa del ramo infernal, y que podía mejorar mis ventajas a mi criterio, añadiendo el paquete de invisibilidad a la carta o el de lectura de pensamientos ajenos. Me entraron dudas en el último momento, no lo niego. En fin, llevo dos horas dedicando ejemplares de mi última novela en El Corte Inglés.




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