Olores (III)

14 nov 2025 / 08:27 H.
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No puedo dejar el asunto de los olores que nos ha ocupado en los dos últimos artículos sin mencionar a una mujer. La conocí hace ya muchos años en un documental titulado ¿Por qué compramos?, que trataba del marketing sutil, la seducción del consumidor a través de sentidos como el olfato o el oído. Ella salía, la recuerdo, oliendo todo lo que se le ponía por delante, a veces con los ojos cerrados, con una libreta donde tomaba notas. Había viajado a Suiza para diseñar el aroma de una cadena de hoteles. Olía la nieve, la madera, una moneda, un billete. Hace poco he vuelto a verla en una entrevista en la prensa. Su rostro noruego ya está surcado por las arrugas del tiempo, pero la pasión de Sissel Tolaas, que así se llama, sigue intacta. Me ha recordado esos personajes de novela cuya vida gira en torno a una idea alejada de las del resto de la gente. En su estudio huele a petricor, el olor de la lluvia en la tierra seca. Su afán experimentador le ha llevado a crear un queso a partir de las bacterias de una bota de fútbol de Beckham, que fue degustado en la zona VIP del Estadio Olímpico de Londres, o a recrear el hedor de las trincheras de la Gran Guerra en el Museo de Historia Militar de Dresde. Nunca usa desodorante o perfume, a no ser que se considere tal el intenso olor a sudor que ella sintetiza y que se pone en fiestas de alto postín en las que todo el mundo va muy arreglado. En la entrevista a que me refiero acabó recogiendo el sudor de la axila del periodista. Esto me lleva a recordar un libro de Aristóteles en general poco estudiado, Problemas, una especie de curiosa enciclopedia avant la lettre que contendría la mayoría de conocimientos que un hombre culto de esa época debería conocer. En él se pregunta cosas sobre multitud de temas, entre ellos el de los malos olores. Así, dice: “¿Por qué la axila es el lugar que huele peor? ¿Acaso porque es el menos ventilado? El mal olor se da en tales zonas especialmente, porque se produce una putrefacción de la grasa por causa del descanso. ¿O es porque esta parte no se mueve y no se ejercita?”. No creo que Sissel Tolaas estuviera de acuerdo con el Estagirita en el calificativo de “malo”: “Yo prefiero el sudor antes que el desodorante que lo tapa. No hay nada más honesto que un olor”, sostiene. Como vemos, hay una reflexión tras su postura que implica acercarse a las cosas de un modo distinto al visual, que es el que rige en nuestro mundo de egos y pantallas. Yo creo que Napoleón estaría más de acuerdo con ella que con Aristóteles, si tenemos en cuenta que le escribió desde el campo de batalla a su Josefina: “Vuelvo en tres días, no te laves”.

Alguna vez hemos hablado aquí de los premios Ig Nobel, que todos los años se entregan en septiembre y que, parodiando los Nobel, hacen reír y pensar a partes iguales. Este año se ha otorgado el premio de Pediatría a una investigación que descubrió que los bebés están más tiempo mamando si la leche materna huele a ajo porque las madres lo han comido. Otro premio, también relacionado con el olfato, se lo ha llevado una investigación india, que sostiene que a más de la mitad de los encuestados (pero solo a un poco más) le molesta el olor a pies: “Los zapatos rara vez se lavan y, sin una ventilación adecuada, se convierten en un caldo de cultivo para una bacteria muy maloliente”. La investigación propone soluciones para este problema. Este premio recuerda aquel que recibieron en 2006 Bart Knols, de la Universidad agrícola de Wageningen en Holanda y Ruurd de Jong, por mostrar que el mosquito Anopheles femenino, que transmite la malaria, se ve tan atraído por queso limburger como por el olor de los pies humanos.

Acabemos con dos olores agradables para todo el mundo. Uno, el de los bebés. Escáneres cerebrales realizados a mujeres que olían a bebés mostraron que se activaban las áreas cerebrales relacionadas con las recompensas. El otro, el de los libros, viejos o nuevos; o el de los periódicos. Si está usted leyendo esto en papel, no tendrá que evocarlo. Si lo está leyendo en una pantalla, habrá de recurrir, ay, al recuerdo.

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